La consultora Ipsos Global Advisor entregó, el 21 de agosto, un informe global preocupante sobre la situación social y política en América Latina, como resultado de un estudio realizado en 25 países (entre ellos, argentina, Brasil, Chile, México, Perú y Colombia) con más de 19.000 entrevistas. Este informe registra comparaciones realizadas con el resto del mundo y entre naciones de la Región.
De manera general, incluido Colombia, se identificó una percepción, cada más fuerte, de que el sistema social y político está roto y sin futuro. Hay una orfandad de la sociedad. Se cree que la principal división de nuestras sociedades se expresa entre los ciudadanos y la élite social y económica. Se ha reafirmado la idea según la cual la economía está ordenada a favor de los más poderosos y que los partidos políticos no se preocupan por los ciudadanos. Frente a la crisis migratoria, la reacción negativa es tan creciente que en muchos países se piensa que ella pone en peligro la identidad nacional y está en la base del deterioro de las condiciones de vida.
Los datos para América Latina son más negativos que el promedio global. En las economías más fuertes de la región se tiene la peor percepción sobre la democracia. Con la pandemia este sentimiento se ha acentuado. En la mayoría de los países se ha perdido legitimidad democrática, en parte por el debilitamiento de la calidad de la democracia y por una creciente actitud antidemocrática en la sociedad. En Colombia esta percepción es del 67 %; y quienes creen que la sociedad está fracturada representan el 64 %. En toda América, el 81 % cree que los políticos solo protegen sus intereses y el 72 % piensa que la élite no se preocupa por los trabajadores o los más desfavorecidos.
De otra parte, en la Región, el rechazo a los partidos y dirigentes políticos es muy alta. En Colombia este dato es de 85 % y estamos a menos de 9 y 6 meses de las elecciones presidenciales y legislativas. Por otro lado, en Chile y Colombia, a pesar de la violenta represión a la que han sido sometidas las protestas sociales y políticas, más del 60 % de los ciudadanos coinciden en que los temas más importantes deberían ser definidos, de manera directa, por ellos y no por sus representantes. Paradójicamente, el mayor riesgo regional es la tendencia a aceptar y seguir líderes temperamentales. En Colombia, país en declive, hay una inclinación hacia posturas populistas.
Todo lo anterior podría acentuar la fragmentación social, rechazar a la población venezolana e incrementar la inestable y muy precaria gobernabilidad nacional. La excesiva dispersión de las candidaturas presidenciales (más de 30 en este momento) por fuera de los partidos nos hace correr más riesgos. Es necesario recuperar la confianza, aprender a dialogar y buscar pactar, con el concurso de todos, una salida de la profunda crisis que existe.
La participación electoral en el próximo año es crucial para contener la ya consolidada deriva autoritaria del sistema social y político colombiano. Quizás la única esperanza que tenemos en Colombia es que las tendencias antidemocráticas, de vieja data, puedan empezar a transformarse a partir del 2022.