Esta semana, la Corte Constitucional concedió personería jurídica a Colombia Humana, partido político de Gustavo Petro. Las dos implicaciones principales de esta decisión son: primero, coloca a dicho movimiento y a su candidato presidencial en un plano de mayor equidad en la competencia electoral para el próximo año, pues lo sitúa formalmente en las mismas condiciones institucionales de los otros partidos y candidatos; segundo, como dicho dirigente aparece muy bien posicionado en amplios sectores sociales y políticos, la decisión de la Corte le favorece para incrementar la percepción y el imaginario, en millones de colombianos, de que su proyecto por la presidencia es, además de legal, muy legítimo.

Este hecho jurídico, que debió haber ocurrido hace tres años, tiene un impacto político inmediato, dado que nos encontramos apenas a 8 meses de la elección presidencial y Petro, hoy, es el candidato con más posibilidades electorales, según diferentes encuestas. Todo indicaría que esto no va a cambiar mucho, dado que su clivaje y nicho electoral se ubica en los sectores sociales más pobres, en donde él tiene su principal interés político; y ningún otro candidato se acerca con tanta fuerza a dichos sectores, los cuales en las elecciones de 2018 aumentaron significativamente su participación electoral.

De todos los candidatos, Petro es el único que ganaría en la primera vuelta. Por ello, quienes buscan la presidencia, enfrentándose a Petro, hacen todo lo posible por construir un escenario de segunda vuelta para reducir las condiciones de favorabilidad de dicho candidato. De ahí que el esfuerzo del resto de candidatos se dirige a evitar que Petro gane en la primera; a pesar de que las encuestas le dan el triunfo también en la segunda vuelta. Una razón más para que sus adversarios hagan lo posible para que él vaya a una segunda vuelta, pues saben que en la primera el escenario de derrotar a Petro no es posible. Por el momento, es el único candidato seguro para la segunda vuelta. Quedaría solamente un cupo para el resto de más de 30 aspirantes a la presidencia.

Las buenas posibilidades que tiene Petro tienen que ver con tres hechos o situaciones fundamentales: uno, su buen resultado en la primera y segunda vuelta de 2018 que lo dejó electoralmente muy bien posicionado; dos, la inconformidad social creciente en los sectores más desfavorecidos, a los cuales Petro ha sabido llegar; y tres, el desprestigio creciente de las élites y de los partidos políticos. El miedo de las élites y de la llamada institucionalidad (pues se apropiaron de ella grupos minoritarios y poderosos en el país) no es frente a Petro y sus ideas; ellas saben que los señalamientos y advertencias con respecto a él y su proyecto político responden fundamentalmente a estrategias políticas. Cada vez más, desde el 2010, la clase política tradicional ve acercarse el día de perder el poder; ese es su temor. Es el miedo a perder el poder por el poder, no a Petro; es el miedo a la consolidación de otras mayorías legítimas en el país, distintas a las de siempre. Si se actúa en democracia deben disponerse a derrotarlo legítimamente en las urnas.