Hoy estamos a 33 días de las nuevas elecciones legislativas y de las tres consultas presidenciales, en las que aparecen más de 15 precandidatos compitiendo por quedar entre los candidatos que van a la primera vuelta presidencial de mayo. Estas elecciones legislativas nos confirmarían el debilitamiento acelerado de los partidos políticos y la consolidación de Gustavo Petro como el candidato con mayor opción de ganar la presidencia, en primera o en segunda vuelta.

Esta campaña electoral tiene un fuerte componente social, juvenil y alternativo. Esto se refleja en las candidaturas, contenidos programáticos y la movilización de vastos sectores deprimidos de la población que buscarían establecer puentes entre sus necesidades y la participación electoral. Se percibe una tendencia en diversos sectores privilegiados, de opinión, medios de comunicación y líderes sociales, de diversos estatus, a aceptar la necesidad de transformaciones reales en Colombia, como la oportunidad para hacer avanzar el país. No son los temas de guerrilla, narcotráfico o descalificaciones ideológicas las que dominan el debate político. Son los temas del día a día de los colombianos y la vigencia de la Constitución lo que define esta campaña. Los resultados de las elecciones legislativas y de las consultas de precandidatos para la presidencia y las elecciones presidenciales mismas, cualquiera sea el resultado, y sin importar cuántas curules logren conservar los partidos políticos y quien gane la presidencia, confirmarían que los partidos se siguen replegando, se desconectan y se divorcian cada vez más de la sociedad.

Paradójicamente estas elecciones vuelven a ser una oportunidad de ubicarse del lado de los ciudadanos y preocuparse por los más necesitados. Es la oportunidad de legislar y actuar para la gente. No de avalar y apoyar gobiernos y políticas contra la ciudadanía. Pueden también, cuando las circunstancias lo exijan, abandonar el tipo de iniciativas gubernamentales como las que recientemente han surgido para contener indebidamente la protesta social. Los partidos siempre tienen la oportunidad de apoyar sinceramente la democracia y las instituciones para los ciudadanos. En Colombia lo único que debemos hacer es respetar y aplicar la Constitución. Luego será demasiado tarde.

La calamidad social y política que aqueja a la mayoría de los colombianos está sirviendo de contexto para la participación ciudadana en la escogencia del Congreso y del próximo presidente. Sería conveniente que los partidos empiecen a aceptar la posibilidad de que los ciudadanos definan democráticamente nuevas, distintas y necesarias mayorías, y que sean funcionales a los colombianos más vulnerables. Los partidos deberían atender a sus electores, como pocas veces lo han hecho, y tener presente que más del 55 por ciento de la población no come con calidad más de dos veces al día.

A los partidos se les agotó el tiempo, energía, creatividad e iniciativa. Se convirtieron en organizaciones sosas y sin contenidos; parecen servir sólo para estrategias individualistas y camorreras. Se pueden seguir suicidando o recomponerse. Todavía la Constitución los puede salvar.