Presentarse como de centro es muy cómodo y rentable políticamente. La mayoría de quienes se dicen de centro lo hacen por facilismo y para no asumir la responsabilidad y consecuencias de su identidad ideológica. No son honestos en política quienes con posturas de derecha o de izquierda las ocultan, niegan o mienten, diciendo que son de centro sin serlo.
El centro para existir tendría que estar en un espacio entre ideologías de derecha e izquierda y desconocer la existencia de otras. Tendría que ser puro. Pero si representa un punto central entre ideologías se supondría que él mismo sería una, lo cual es un contrasentido; por ello, no existe una ideología de centro definida e imperturbable por otras. Si el centro fuese ideología, su esencia sería estar cercano a la derecha e izquierda, simultáneamente. Por lo tanto, se encuentra en un dilema: ser una alternativa frente a la derecha y a la izquierda, sin perder su esencia.
Quienes se incomodan por la disputa pública entre izquierda y derecha deberían reconocer que su crítica no puede dirigirse a quienes la protagonizan, y menos a los millones de ciudadanos que las aceptan con pragmatismo, no por ser ideologías sino por el contenido de las propuestas políticas. Menos aún, se puede criticar la oferta ideológica binaria, cuando la calidad de la oferta electoral de los centristas no logra atraer el afecto ciudadano.
Las propuestas centristas sinceras (no las camufladas) por su calidad y contenido, poco pertinente, no han sido suficientemente atractivas. Así mismo, los métodos y procedimientos del centro son muy parecidos a los tan criticados a la derecha y a la izquierda. Hoy en Colombia el centro no logra construir una identidad que mantenga unidos a los autoproclamados centristas.
Por eso todos se llaman de centro, hasta el punto de que el candidato de las derechas extremas y extremistas se presenta como independiente y de centro. Ingrid Betancourt desde el centro se acerca cada vez más a la antidemocracia, con posturas que en Francia serían cercanas al movimiento ultraderechista y racista de Le Pen. Fajardo cada día desprecia más a la izquierda, reforzando sus ideas de derecha.
No está mal que las cosas se definan entre derecha e izquierda, pues las dos pueden construir democracia. Sectores de la derecha más extrema se han desplazado espacialmente hacia la izquierda sin desnaturalizarse. Pero este país es tan conservador que hasta el partido Centro Democrático posa de centro y Petro todavía es visto por algunos como un extremista de izquierda, cuando en Europa muchas de sus propuestas serían reformistas o moderadas. El centro derecha coquetea con la extrema derecha sin problema, pero si el centro izquierda se acerca a la izquierda es descalificado como extremista.
En el fondo, la mayoría de centristas en Colombia camufla (deshonestamente) un anclaje de derecha, como si eso fuese malo. El centro descalifica con más vehemencia a la izquierda que a la derecha, olvidando que la democracia construida por la derecha es marginalista para la inmensa mayoría de los colombianos. Huelga recordar que en una democracia ninguna ideología es más correcta que otra.