Cuando escribo esta columna, antes de las elecciones, me baso en que si Petro no es elegido presidente en la primera vuelta ganará de todas maneras en la segunda. Así mismo, para este análisis se consideran los resultados de 2018, las encuestas electorales y los estudios sobre cultura política.
En 2018 Gustavo Petro obtuvo en la primera vuelta más de cuatro millones y medio de votos y en la segunda más de ocho millones. En la consulta del 13 marzo, obtuvo cuatro millones y medio de votos de los cinco millones y medio de su coalición. Si esta primera vuelta se parece a la segunda de 2018, entonces, para la segunda vuelta de este año debería obtener un resultado más importante que en 2018, y asegurar la elección presidencial. Esto se podría dar por el incremento de la participación de los jóvenes y los más pobres, por la consolidación de la fuerza que ha logrado Petro y Francia Márquez en esos sectores y por haber sido la consulta de marzo una especie de primera vuelta anticipada.
En esta campaña, un número mayor de jóvenes y personas pobres siguen buscando un cambio en su vida y verdaderas oportunidades. Petro ha capitalizado este sentimiento y necesidad de los electores. La ideología le cedió su lugar, en el debate político, a las condiciones de vida de los colombianos, a la paz y al rechazo a la corrupción. Esto hace de la candidatura de Pacto Histórico la más exitosa. En el 2018 los jóvenes de sectores medios tendían a alinearse con Fajardo. Hoy, quienes se ubican por debajo de 41 años, están mayoritariamente con Petro. El voto de los pobres es de un gran interés para este candidato, no así para los otros. El triunfo del Pacto Histórico en las elecciones legislativas fue gracias a la participación de estos sectores y de las regiones o territorios más abandonados por el Estado. Hoy dichos sectores le sirven de soporte al candidato de Pacto Histórico para llegar a la presidencia con una propuesta de gobierno de cambio y desarrollo democrático. Dado que el voto de los pobres no tiene un comportamiento igual en todo el país, su apoyo en Bogotá, Costa Caribe, Valle del Cauca, Pacífico y sur de Colombia ha sido decisivo para consolidar su campaña y propuesta programática.
Lo que hoy vemos en los sectores sociales más pobres es la ruptura de la fatal y vieja relación entre pobreza y clientelismo. Antes los pobres vendían su voto porque no les interesaba la democracia. Hoy no lo venden porque buscan un cambio. Este quiebre se evidencia en los resultados de las elecciones legislativas, la intención de voto para la presidencia y el desprestigio de los políticos y sus gobiernos. Ya ni siquiera se ve publicidad política en las viviendas y en automóviles, quizás por el desarraigo con los políticos o por el temor a persecuciones y descalificaciones. Por su parte, los jóvenes siguen pasando la cuenta de cobro por sus legítimos reclamos que no han sido atendidos.
Estas elecciones demuestran que los pobres y los jóvenes están moldeando en Colombia el poder político y seguirán siendo un factor principal y decisivo para las próximas elecciones territoriales y para las contiendas legislativas y presidenciales de 2026.