El pueblo en Colombia está alineado por el poder y esto se entiende como democracia; reduciendo este concepto a tener instituciones, incluidas las electorales, hechas a semejanza de la aristocracia. Por esto, reducimos la democracia a la Constitución. Nos hemos olvidado de que el ejercicio del poder es republicano o despótico. Por lo que, si la República no está presente en el funcionamiento de eso que se llama democracia, esta se termina convirtiendo en despotismo, como durante el Frente Nacional. Hace mucho no respetamos la Constitución y la división de poderes, concentramos el poder, no argumentamos ni debatimos, la justicia no funciona y no respetamos ni aplicamos la ley. No nos referenciamos con los principios liberales de la República.
La democracia representativa no es una democracia inmediata, es indirecta y está edificada sobre muchas, estables, complejas y costosas mediaciones e intermediaciones. Por eso nuestra democracia no ha podido permitir que todos consigan algo. Para algunos la democracia es el poder directo de unos pocos. Una democracia más incluyente, así sea incompleta, permite que el poder se limite y se controle; y que el pueblo reciba algo, aunque no se le conceda todo a lo que el aspira. De ahí que los procedimientos para designar los representantes deben derivar en una democracia que no esté solamente al servicio de los poderes dominantes.
El modelo democrático, tal como se conoce en el mundo, y magnificado en Colombia, funciona como un juego de la mayoría para permitir que gobiernen minorías. Mayoría concebida como el mayor número (Sartori). Pero la democracia no ha podido cumplir la promesa de que esa mayoría realmente sea el gobierno del mayor número, pues con frecuencia termina dicha mayoría legitimando a una minoría poco democrática, cuyos intereses rara vez le permiten otorgar algo a los demás. Quizás por ello en Colombia, los grupos privilegiados se desconcertaron con los resultados electorales de este año, pues estaban acostumbrados a que la mayoría diera un poder casi pleno a minorías intocables.
Que creamos que la democracia es el mando de la mayoría, no quiere decir que así lo sea; pues en nuestro caso, con la sola excepción del actual gobierno, la mayoría siempre había decidido que gobernaran minorías. En otras palabras, la democracia funcionaba al revés de lo prometido. Cuanto más democrático es un país, menos se otorga el poder a un solo grupo o persona, pero en Colombia muchos creen que el país es democrático si el poder se legitima en pocas manos. Uno de los cambios importantes que se observan con el actual gobierno es que intentamos repartir el poder entre mayorías y minorías. Hoy el gobierno se alinea mejor como el de una mayoría decidida mayoritariamente.
En nuestra corta historia, el Congreso ha sido poco útil, decidiendo solo para unos en detrimento de los demás y sin una representación que evite la concentración del poder. No hay que repudiar la democracia, pero se requiere de una que transcienda. Sobre todo, ahora cuando, con todo y los defectos del actual Congreso, tenemos la oportunidad de que sea mucho mejor que los que históricamente hemos tenido.