Vivimos en un país que es una fotocopia del pasado. La crueldad se reproduce. Las situaciones desafortunadas se transforman en clones de tiempo, espacio y lugar… en personajes. Cambian los rostros, los nombres y, en algunos casos, son los mismos apellidos. Ellos, los poderosos, quienes despojan a los campesinos de sus tierras, ocultan la verdad, borran la identidad, explotan los recursos, condenan a la pobreza y a la violencia. La historia se repite. Estamos en un punto de quiebre. Avanzamos hacia el futuro o regresamos 70 años atrás.

Guadalupe Salcedo, líder de las guerrillas liberales del Llano, después de concretar un acuerdo con el Gobierno y desmovilizarse junto a varios miembros de la guerrilla, fue asesinado. Lo mataron el 6 de junio de 1957. Desarmado. Engañado. Trataron de negar los hechos. Volvieron trizas el proceso.

En aquel entonces, un político conservador manifestó sus constantes inconformidades con respecto al proceso de amnistía. Afirmó que tenía una alta dosis de impunidad. Aunque no lograron vencer a la guerrilla militarmente, insistió en que el camino de la guerra era la solución. Perteneció al Frente Nacional y en 1962 se convirtió en el presidente del país.

El acuerdo con las guerrillas liberales del Llano falló. Mataron y desaparecieron a varios de los desmovilizados, otros continuaron la vía armada. El despojo de tierras que parecía tema del pasado se intensificó. En medio de tanta incertidumbre y descontrol, surgió la guerrilla más antigua de América Latina: Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.

Cuando aquel presidente conservador llegó al poder, insistió en la confrontación armada. En Marquetalia, Cordillera Central, se concentraron campesinos, trabajadores agrícolas, guerrilleros, núcleos comunistas, bandoleros y desplazados. El Gobierno llamó a la región “repúblicas independientes” y las consideraba una amenaza por escapar del mando del Estado.

El conservatismo, las Fuerzas Armadas y algunos liberales querían la “pacificación”, el control de la zona. Se llevaron a cabo varios enfrentamientos hasta que, en 1964, el presidente dio orden de bombardear el territorio con la excusa de acabar con los bandoleros, sin tener en cuenta que, así como habitaban delincuentes (esos que los mismos liberales y conservadores armaron en el pasado con el fin de dominar el campo), muchos de los residentes eran inocentes. También la influencia del gobierno norteamericano y su persecución al comunismo contribuyeron en la decisión. Aunque era un sector afectado por la violencia entre disidencias guerrilleras, autodefensas campesinas, grupos comunistas y las Fuerzas Armadas, también se sintió el tufo de exterminar a todos los habitantes, hasta la población civil. Este acontecimiento fue el punto de partida de las Farc.

Guillermo León Valencia fue uno de los líderes conservadores que saboteó la paz. Su nieta, Paloma Valencia, hace lo mismo en la actualidad. Si se hubiera respetado el acuerdo con las guerrillas liberales del Llano, la historia sería diferente.

Hoy, el país enfrenta una encrucijada: avanza hacia el futuro o regresa al pasado… ¿el inicio de una nueva guerra?

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