La tecnología de este siglo nos ha distanciado del contacto físico y ha traído consigo consecuencias negativas, sin embargo, como todo en la vida, también existe un lado positivo, el cual no se puede negar.

Este siglo millennial en donde las personas muestran sus éxitos y sus vidas en las redes, puede llevar a que los seguidores desarrollen bajos niveles de autoestima y altos niveles de ansiedad y depresión. Si se identifican con esto, les hago la siguiente pregunta ¿qué están haciendo al respecto?

Pasamos horas mirando los perfiles de los demás, lamentándonos y comparando nuestra vida con la de personas que ni conocemos, pues el jardín del vecino siempre será más verde. En las redes apreciamos lo bueno, lo hermoso, lo increíble de la vida, pero, al fin y al cabo, de la vida de otro.

El termino influencer me gusta, lo que no me convence es su impacto. Influenciar positivamente a miles de personas a través de las redes sociales no es tarea fácil. Lo ideal sería ver cómo los seguidores aprenden sobre la importancia del trabajo arduo y la dedicación; ver que detrás de caras y cuerpos “perfectos” (para mí no existe tal cosa como la perfección), hay un ser humano privilegiado por sus atributos, pero el cual decidió utilizar sus herramientas y emprender.

Por el contrario, sí existen los que pretenden mostrar una vida libre de responsabilidades, con vidas perfectas, esposos perfectos, hijos perfectos y hasta el perro perfecto (¡respiren!). Si la perfección existiese, no habría diversidad y que aburrido un mundo sin variedad.

Todos los seres humanos nacen con una destreza o la desarrollan a lo largo de sus vidas, y ese talento no tiene que ver precisamente con publicar fotos diarias de sus vidas. Ellos, los influenceres, blogueros, youtubers, lo escogieron así, ya sea por su aspecto físico, porque tienen el dinero o el don para hacerlo, o simplemente porque les apeteció.

En vez de enfrascarse en las críticas, dentro de lo posible, se debe buscar el lado positivo, pues vivimos en un mundo sumergido en las nuevas tecnologías y no podemos cambiar la realidad. Entendiendo que, para algunos, es su fuente de trabajo y para otros como yo, es una fuente más de distracción.

Lo que se debe evitar a toda costa es dejarse afectar por la supuesta vida perfecta del otro y desear lo que éste tiene, porque señores y señoras, nadie conoce la batalla que vive el vecino a menos que la viva junto a él.

Existen personas que tienen la gran oportunidad de viajar, pero se frustran porque no se tomaron la foto igual que su influencer favorito; comen increíble, pero les faltó ir al restaurante que todos suben a Instagram; tienen un esposo espectacular, pero el de sus amigas le lleva el desayuno a la cama; tienen unos hijos encantadores, pero los de su cuñada comen verduras y tocan piano.

De esta forma solo se termina desvalorando lo que se tiene, aun cuando sea maravilloso, y es aquí cuando se incurre en causales de divorcio, maltrato a los hijos, baja tolerancia a la frustración, baja autoestima y claro está, altos niveles de ansiedad y de depresión.

Si quieren algo, luchen por ello, si tienen una habilidad, llévenla a su máximo potencial, si algo les molesta, cámbienlo, si no saben cómo, busquen ayuda, pero siempre valoren aquello que tienen enfrente.

Recuerden que las comparaciones enferman y que en un abrir y cerrar de ojos, esa vida que es realmente maravillosa pero que nunca logrará la perfección, se les va a escapar, y desafortunadamente se darán cuenta de que la frase cliché de que solo se valora lo que se tiene hasta que se pierde, está más cerca de la realidad de lo que creían.