El hecho de que un año se acabe genera nostalgia y mucha ansiedad, debido a que el ser humano tiende a mirar siempre hacia atrás y arrepentirse de aquello que no fue: de ese beso que no dieron, ese trabajo que rechazaron, esa oportunidad que dejaron escapar o ese viaje que no hicieron.

Por eso, durante la época de Navidad y fin de año, los niveles de ansiedad de algunas personas se disparan, la obsesión aumenta, la depresión toca la puerta, la paranoia se alborota y la neurosis se intensifica. Lamentarse es algo típico en estas fechas, así como culparse y preguntarse: ¿qué hubiese pasado sí?

Todos sabemos que el tiempo no se puede detener, retroceder, ni mucho menos, acelerar, pero aún cuando lo tengamos claro, es inevitable detener esos pensamientos que nos acechan diariamente e invaden nuestra mente con remordimiento, con ira, con preocupación y con tristeza.

Siempre he pensado que la vida es un aprendizaje continuo, pues lo malo que nos sucede nos hace fuertes. Las dificultades nos preparan para enfrentar las adversidades, nos enseñan en quién podemos confiar, quién realmente desea nuestra felicidad y se alegra por nuestros logros, por quién vale la pena luchar y de quién nos debemos alejar.

Los errores nos ayudan a detectar nuestras habilidades y a potenciar nuestros talentos; los obstáculos nos enseñan un nuevo camino que antes no conocíamos; las calamidades nos ayudan a valorar la vida, pero también a comprender lo efímera que es; las enfermedades nos hacen sufrir, pero nos demuestran lo resilientes que podemos llegar a ser.

Dicho lo anterior, quiero invitarlos a reflexionar no acerca de lo que no fue, sino sobre por qué no fue y en lo que pueden hacer para mejorar. Los animo a que evalúen cada área de su vida (personal, familiar, laboral, social, afectiva), y vean en cuál están fallando y en cuál son ya unos expertos. Escriban sus metas de acuerdo con cada área, divídanlas en pasos, pónganle una fecha límite para que sean reales y revísenlas periódicamente.

Detecten desde ya sus habilidades, conózcanse a fondo, descubran ese talento o esa destreza que solo ustedes tienen y explótenla, recuerden que solo en las películas se logra la utopía de la perfección, y que, en la vida real, cada uno cuenta con algo que lo hace único, especial, diferente y exclusivo.

No se queden entonces sentados esperando un milagro, ni se lamenten por aquello que no pasó. Nada de mirarse al espejo con frustración o levantarse con amargura, no hagan promesas que no pueden cumplir. Eviten que la sociedad les imponga falsos límites, convirtiéndose en su propio obstáculo.

Levántense y salgan a brillar con todo lo que tienen, agradézcanle a la vida, a Dios o a quién quieran que están vivos y que tienen una nueva oportunidad. Mírense al espejo con amor y confianza, lo que no les guste, cámbienlo, pero jamás se autodestruyan. Abran los ojos cada día y sean su mejor versión, esa que solo ustedes poseen.

Díganle adiós a la nostalgia, a la culpa que solo los arrasa, a los pensamientos negativos, a la envidia. No se comparen más con el vecino, sean mejor que él, pongan en duda las cosas, piensen más, reflexionen, piérdanse y encuéntrense.

Sean honestos no solo con los demás sino con ustedes mismos. Aprendan a decir no, a que su tiempo es más valioso que cualquier otra cosa, y que lo necesitan para poder cumplir todas y cada una de sus metas. Viajen, coman, rían, besen, amen, sueñen y nunca se olviden. Que este nuevo año que está por comenzar, los llene de las mejores energías, los mejores recuerdos y los mejores aprendizajes.

Que el 2019 sea el año para conquistar el mundo, para ser felices, el año del amor propio y del amor hacia los demás. Sean optimistas y recuerden la frase de la inigualable Mary Poppins: “Todo es posible, incluso lo imposible”.