El Trastorno Bipolar (TB), también conocido como el Trastorno Maníaco-Depresivo, es coloquialmente confundido con el trastorno límite de la personalidad o con altibajos emocionales. De hecho, todos los seres humanos experimentamos cambios de ánimo según las experiencias vividas diariamente.
Así, tendemos a utilizar la palabra bipolar para describir cambios repentinos, incluso para referirnos al clima. Pero lo cierto es que estamos lejos de ese concepto y que, en realidad, dicho trastorno crea un malestar psicológico representativo tanto para quien lo padece como para sus familiares.
El problema, como todo, radica cuando la periodicidad, el contexto, y las reacciones, son desproporcionadas. Es aquí cuando podemos entonces hablar de un trastorno.
El TB depende tanto de factores genéticos, como ambientales, fisiológicos y culturales. Si un miembro de la familia lo padece, hay mayor probabilidad de que otro lo sufra, sin embargo, no constituye una regla de tres. Recuerden que las experiencias vividas durante la infancia y el entorno siempre serán trascendentales.
Existen tres tipos de episodios que se presentan en un TB:
Los episodios maníacos, los cuales se caracterizan por un estado de ánimo anormal e irritable. Durante estos, puede presentarse un aumento en la autoestima, sentimientos de grandeza, disminución de la necesidad de dormir, pensamientos veloces, participación en actividades que pueden traer consecuencias dolorosas, entre otros, durante mínimo una semana, la mayor parte del día. Lo anterior causa malestar clínicamente significativo y puede llevar a la hospitalización de la persona para evitar daño a sí mismos o a terceros, teniendo en cuenta sus características psicóticas.
Los Episodios hipomaníacos, los cuales no llegan a causar malestar clínicamente significativo ni deterioro social ni laboral. Se presentan durante cuatro días, la mayor parte del día, y no poseen características psicóticas.
El Episodio de depresión mayor, el cual se caracteriza por un estado depresivo la mayor parte del día, todos los días durante al menos dos semanas. La persona experimenta disminución del interés en actividades que anteriormente disfrutaba, insomnio, pensamientos suicidas, entre otros, causando un malestar clínicamente significativo y un deterioro en las distintas áreas (se debe diferenciar de la depresión mayor ya que puede estar mal diagnosticado).
Con seguridad, al leer lo anterior, muchos pueden sentir que han experimentado alguno de estos síntomas. Lo importante es detectar la cantidad y la duración de estos para poder saber si se está o no frente a un tipo de TB (los cuales dependen de la aparición de los episodios).
El TB es comúnmente diagnosticado entre los 18 y 20 años. Sin embargo, hay que tener muy presente que dichos síntomas pueden llegar a aparecer debido al consumo de alcohol y drogas o como reacción a algún medicamento.
Esta patología debe ser tratada con medicamentos y con terapia, teniendo en cuenta que no existe una cura. La clave está en que la persona acepte la realidad, aprenda a vivir con ella y sepa manejarla, siempre con el apoyo de sus familiares, amigos y de un profesional.
Quienes padecen dicha patología pueden llevar una vida tranquila y feliz por medio del control de su estilo de vida y de estabilizadores del humor, teniendo en cuenta que existen desequilibrios químicos en ciertas áreas cerebrales.
Recuerden que muchas veces el diagnóstico solo estigmatiza; que estas personas sufren incansablemente; que son personas capaces de amar y de ser amadas; que el poder de nuestra mente va más allá del deber ser y que deben aprender a aceptarse con todo y su locura, logrando así conseguir un equilibrio en sus vidas y en las de sus familiares.