Debo confesarles que me apasionan las series. Cada una tiene su propósito y para mí, una enseñanza que en ocasiones, resulta igual de valiosa que leer un libro.

Dos de ellas en especial, llamaron mi atención por su contenido, el cual hace referencia a una de mis tantas pasiones: la educación. Proceso de vital importancia tanto para el individuo como para la sociedad.

Estas series destacan el rol de los profesores. Esas personas que literalmente dedican su vida al servicio de hijos ajenos. En ocasiones, los niños pasan incluso más tiempo con ellos que con sus padres, motivo por el cual tienden a ser sus aliados, ejemplos, y quienes más los conocen, pues comprender a un niño y, sobre todo, a un adolescente, es todo un arte.

Las series a las que me refiero son: “Rita” y “Merlí” de Netflix. Ambas producciones tratan de profesores muy distintos a los ortodoxos; profesores creativos que se han dado a la tarea de modernizarse para compaginar de la mejor manera con sus alumnos; que sacrifican el tiempo con sus propias familias, y más importante aún, que logran entender la rebeldía, no como un desafío hacia los padres, sino como una parte natural y para mí, completamente sana, del ser humano.

Sin duda, cada persona tiene su sello propio, por lo cual, se debe enseñar a respetar la diversidad dentro este mundo tan cambiante.

Así mismo, se debe enseñar a los niños y a adolescentes: a pensar por sí mismos, a poner en duda las cosas para que aprendan a reflexionar. Educarles desde que son bebés a asumir la frustración, a que comprendan que existe un tiempo para todo y que hay que saber esperar. Mostrarles que tienen derecho a cometer errores, a corregirlos y a levantarse.

Enseñarles a salirse de su zona de confort, a explorar las maravillas del mundo con la seguridad de que cuentan con la protección de sus figuras de amor; a no creer en la falsa idea de que son culpables por ser o pensar diferente. Señalarles que la perfección no existe y que la idea de que la felicidad se consigue únicamente con objetos materiales es una fantasía.

A su vez, hay que explicarles que, desafortunadamente, los padres no estarán siempre para solucionar todos sus problemas, pues por más duro que suene, es importante mostrar el mundo sin engaños, sin utopías de que la vida es color de rosas y sin falsas ideas sobre la vida eterna, pues la muerte es una realidad y negarla solo la vuelve más difícil.

Hay que también indicarles que el miedo y la ansiedad son adaptativos y necesarios, y ayudarlos a que aprendan a manejarlos para que éstos no dominen su vida; motivarlos a soñar, pero también a conocer lo que cuesta conseguir esos sueños; enseñarles que en la vida no siempre se gana, pues también hay que aprender a perder (como decía Merlí: “Antes los padres aceptaban las notas de los hijos. Ahora no. Ahora exigen que los aprobemos”).

Para ello es importante ayudarles a detectar sus habilidades, a ver qué talento tiene cada quién y cómo lo puede explotar al máximo, pues al pedirles perfección absoluta, se desmotivarán, se sentirán inútiles y, por ende, harán el mínimo esfuerzo, pues si sus tutores o padres no los valoran, ¿cómo podrán hacerlo ellos mismos?

Hay que hacerles ver que aún cuando nos resulte difícil entenderlos, estamos para ellos. Que a pesar de que a veces nos parezcan exagerados sus motivos de ira, entendemos que su realidad es otra, una disímil, en el limbo, en transición, la cual no durará eternamente pero que será necesaria para formarse como adultos mentalmente sanos.

El amor no se puede confundir con sobreprotección, pues la vida es una montaña rusa de eventos, situaciones y emociones y desafortunadamente, no tenemos el antídoto para prevenirlo ni para superarlo todo.

Debemos formar personas que sepan decir no, que sean resilientes, independientes, luchadoras y valientes, que se atrevan a arriesgarse sin importar si existe o no un abismo por el cual podemos caer.

Si están en la búsqueda de la próxima serie que ver, los invito a que se animen a mirar una de estas producciones sobre la educación contemporánea. Les prometo que encontrarán grandes enseñanzas que los incitarán a reflexionar. Al fin y al cabo, como decía el sabio profesor de filosofía, Merlí, “Hace más de dos mil años que el poder nos dice lo que tenemos que hacer y pensar. Nos quieren sumisos y silenciosos.”