Hablar en público. Tres palabras que generan en algunas personas, una ansiedad incontrolable, pues los políticos no son los únicos que deben enfrentarse a esta práctica. En la vida nos encontramos frente situaciones como exámenes orales, presentaciones en clase o en el trabajo, entrevistas, presentación de un proyecto, palabras en una celebración familiar, entre otras, en donde el miedo debe ser dejado a un lado, tarea que resulta casi imposible para algunos.

Dicho miedo va acompañado de síntomas tanto psíquicos como físicos y comportamentales. Quienes lo padecen, sudan de manera excesiva, presentan temblores, sienten que les falta la respiración, temen quedarse en blanco, sienten la mirada de los demás como amenazante y, por lo tanto, tienden a anticipar la ansiedad días antes de la presentación o, en los casos más extremos, terminan evitándola por completo (recuerden que la evitación es el mecanismo de defensa por excelencia de los fóbicos).

Lo anterior puede deberse a varios factores como la sobreprotección de los padres; las experiencias negativas o traumáticas en el pasado como haber sido víctima de burla ante una presentación; timidez o introversión; perfeccionismo impuesto por los estándares e ideales propios o de otros. Lo anterior no constituye una regla de tres, sin embargo, la falta de confianza en sí mismos y la autoestima, juegan un papel fundamental.

La buena noticia es que es una habilidad que podemos desarrollar. Y digo podemos, ya que yo lo aprendí y no les puedo negar que al comienzo se me quería salir el corazón, pero ahora, lo disfruto con pasión.

Hablar en público es una habilidad aprendida que los pude ayudar a sobresalir y crecer en su carrera profesional y puede fortalecer sus relaciones sociales. Esta habilidad puede ser trabajada en terapia para afrontar los miedos y para aprender técnicas para superar el pánico escénico. Si se sienten identificados con lo anterior, los invito a buscar ayuda y a seguir estas recomendaciones que creo pueden ayudarlos a ir superándolo poco a poco:

Relajar el cuerpo y la mente en los momentos previos a la presentación, ya que el cuerpo se tensiona frente a una situación amenazante. La idea es que logren preparar su cuerpo, disminuyendo la tensión y controlando la respiración y el ritmo cardíaco, mediante la técnica de relajación que más les guste o con la que se sientan más cómodos.

Reformulen los pensamientos de “yo no se hablar en público”; “el público cree que soy aburrido”; “el público va a notar mi ansiedad”; “me voy a quedar en blanco”, entre otros, por pensamientos positivos que los ayuden a confiar en su potencial y en lo que han preparado, tales como: “Yo sí puedo”; “se de lo que estoy hablando”; “me he preparado para esto”; “yo soy capaz”.

Lo más común ante estas situaciones es pensar que se encuentran frente a un público para ser juzgados y criticados. Por el contrario, deben recordar que ese público está presente para beneficiarse de aquello que les van a trasmitir, véanlo como su aliado, no como su enemigo. Igual siempre habrá lugar para la crítica, pero a las palabras necias, oídos sordos.

Prepárense antes de su presentación, pero en mi opinión, no salgan a recitar como un robot. Organicen antes el tema, y hablen de aquello que saben y conocen, de esta forma pueden hablar con propiedad y evitar muletillas. Para algunos también es eficaz realizar la presentación ante familiares y amigos para así ir ganando un poco más de confianza, sin embargo, les recomiendo que crean en su inconsciente, y lo dejen fluir.

Busquen momentos y experiencias en las que puedan hablar en público, ¡pues la experiencia sí que hace al maestro!

Es muy importante que reconozcan su miedo y su falta, para que puedan aceptarlos y mejor aún, trabajarlos. Nunca está de más pedir ayuda y lo pueden hacer de muchas formas; una de ellas es la psicoterapia, así que, si tienen ese miedo y quieren vencerlo, ¡los espero en mi consultorio!