En diciembre llegan a Barranquilla las brisas y el cielo adquiere un color azul más intenso. De diciembre a febrero las melancolías de Navidad se desvanecen con la primera canción de carnaval.

Tiempo para recordar. Durante los años 60 el porro entró con vigor a los salones de los clubes sociales de Colombia. Orquestas nacionales (e internacionales) se interesaron en interpretar los ritmos de la Costa Caribe.

Fue el caso de la agrupación del maestro Edmundo Arias, nacido en Tuluá, Valle, quién llevó en su música la alegría de la Costa por planicies y montañas.

Inspirado en el bello color del cielo decembrino, Edmundo Arias compuso un bello porro que suena mejor en un viejo tocadiscos: Diciembre azul.

En esta Costa Caribe la Navidad reactiva, en los corazones más antiguos, temas clásicos como los del maestro cartagenero Rufo Garrido. Además de compositor, Rufo fue un virtuoso saxofonista y director de orquesta, que popularizó su música en los años 50 y 60, mientras alternaba en la famosa caseta Mi Kiosquito, con grupos tan tradicionales como el de Aníbal Velásquez.

Autor de numerosos porros, gaitas y fandangos, Rufo Garrido nos invita a escuchar en diciembre un paseaito navideño e inolvidable suyo que canta Tony Zúñiga: Brisa de diciembre.

Vacaciones, fiestas de la virgen, bailes de cumbia a orillas del río bajo la luz de la luna y muchas velas encendidas, estampas inolvidables que inspiraron en el maestro José Benito Barros canciones de su natal El Banco, Magdalena.

Se dice que la cumbia es madre de otros ritmos, como el porro, la gaita, la chalupa, el bullerengue, el chandé, el paseo, el son y la puya. La cumbia y el fandango, uno de sus derivados, son los únicos bailes populares en los que las mujeres llevan espermas encendidas mientras bailan.

En Navidad también podemos escuchar del maestro Barros una cumbia nostálgica interpretada por la Orquesta de Lucho Bermúdez en la inolvidable voz de Matilde Díaz: Navidad negra...

Decía Calvin Coolidge: “La Navidad no es un momento ni una estación, sino un estado de la mente. Valorar la paz, la generosidad y tener merced es comprender el verdadero significado de la Navidad”.

Otra pieza de valor en las fiestas decembrinas, preámbulo de los Carnavales de Barranquilla, es la compuesta por Julián Pérez Carvajalino. Mucha gente prefería llamarla Los amores de Petrona, pero su título verdadero fue, desde su origen en 1966: Como se apagan las velas.

Nadie como ella escribió tanta música sobre su ciudad, el barrio, las calles, el encanto de su pueblo y la nostalgia de vivir lejos de él. Nadie como ella plasmó en su música, con mucho amor y mucha poesía, la denuncia del descuido y la desidia en su tierra natal. Para recordar en sus 100 años a la compositora Esther Forero, quien se lamentaba de que las campanas de las iglesias de su amada Barranquilla se hubieran silenciado en navidades. De su inspiración, sugerimos escuchar, a propósito, Campanitas curramberas.

(Continuará).