Desde tiempos remotos, los colores han estado ligados a nuestro estado de ánimo. Un color puede ayudar a calmarnos en situaciones de estrés o a animarnos cuando nos sentimos tristes.

En cárceles de máxima seguridad norteamericanas, cuando los presos manifiestan altos niveles de agresividad se les aísla en habitaciones de color rosado, de las que saldrán tranquilos y mansitos. Se asegura que el rosado es el color más suave y relajado, que transforma los sentimientos en amables, delicados y profundos, nos hace sentir cariño, amor y protección, nos aleja de la soledad y nos convierte en seres sensibles. Si el rojo es sensualidad y sexo, el rosado se asocia con la femineidad y el amor altruista y verdadero.

Por siglos enteros, los seres humanos hemos descrito nuestros sentimientos y percepciones con metáforas. Sentí el calor de su mirada, el perfume de sus palabras, lo salado de sus caricias, el sonido de su belleza, la brillantez de su abrazo. Los colores también transmiten emociones y nuestro subconsciente otorga a cada color valores y virtudes. Existe de hecho una psicología del color y algunos colores producen efectos emocionales universales pero, en la mayoría de los casos, el significado de ellos depende de su contexto cultural. Significados y asociaciones varían notablemente de un pueblo a otro, aunque parezcan uniformes en este mundo occidental cada vez más homogéneo.

La pintura no admite más que cinco colores básicos: blanco, amarillo, rojo, azul y negro. De ellos surgen todos los matices. Según el simbolismo, la luz (el blanco) y las tinieblas (el negro) dan nacimiento a los colores en su totalidad. En el idioma de los afros, que heredamos los del Caribe, a una boca grande se le dice bemba. Y entendemos rojo cuando escuchamos “colorao”. La muerte se asocia en China con el verde, en América y Europa con el negro, mientras en otros contextos, el verde significa envidia. Hoy en cambio se asocia con la vida, se le da valor ecológico y, al igual que el azul, denota frescor, vegetación y salud. Muchas culturas asocian el amarillo con el sol, debido a su calidez, su brillo y su alegría.

El gris, por su parte, en el simbolismo cristiano, designa la resurrección de los muertos. El luto se lleva de negro al comienzo, luego se viste de gris y por último de blanco, triple símbolo de la elevación del alma, desde la tumba a la inmortalidad. Si hay un color universal, en cuanto al sentimiento que provoca, ese es el gris. Asociado con la independencia, la auto-suficiencia y el auto-control, el gris actúa como escudo frente a toda influencia externa y puede generar también sentimientos negativos; densas y oscuras nubes, la niebla y el humo. El gris es el color de la evasión, no importa su nivel de intensidad. Nos separa, nos mantiene al margen de todo. Denota falta de personalidad, deprime a las gentes del Caribe cuando invade el maravilloso cielo azul y da ganas de llorar a los argentinos en su famosa tarde gris.