Madurada al sol, Barranquilla despierta hoy con tres Pumarejos:

Jaime, el joven y gerencial alcalde electo, de quien se espera un riguroso gobierno en el manejo de los dineros públicos: menos tributos y fórmulas efectivas para bajar la deuda del distrito. Que no la aumente y haga una inversión aún más social.

El viejo puente, al cual se le llama Pumarejo desde cuando se dio al funcionamiento el 7 de abril de 1974, pero bautizado con arbitrariedad en la pila oficial del Congreso como Laureano Gómez. Ese trastoque de nombre lo hicieron bajo el argumento del impulso dado al puerto local por el expresidente conservador. Al querido Pumarejo agradecerle por los 45 años de servicio y habernos quitado el suplicio de esperar por el ferry. Pero ahora, quién lo creyera, es un cadáver insepulto. Después de tanto trabajar no hay plata para su funeral, como un abuelo abandonado.

Al nuevo puente, que ostenta el título del más ancho de Latinoamérica con 38 metros y con 45 de alto, una ciclorruta y una zona peatonal, hay que reconocerlo como lo monumental que es a un costo de $800 mil millones, a tono con la prosperidad de la ciudad y acorde con las necesidades de Atlántico y Magdalena.

En estas obras tuvieron mucho que ver dos Lleras, el abuelo y expresidente Carlos, y el nieto y exvicepresidente Germán. El primero porque lo impuso literalmente a su corta escala: “lo hacen de 16 metros de gálibo o no lo hacen”, dijo a los barranquilleros en los 70. Y el segundo, porque le dio el impulso necesario a la nueva obra con su reconocido carácter de ejecutor, pero sin planificar debidamente la vía que la recibiría en Sitionuevo, y bueno, ahí está el embudo de Palermo, el corregimiento que recibe al puente. Lo del embudo no es nuevo, lo dijimos en mayo del año pasado. La misma apreciación tuvo este diario en un editorial de hace seis semanas, pero hay teorías contrarias a ese argumento en el sentido de que el flujo será siempre el mismo porque gozar de tres carriles no hará que aumente la movilidad que usualmente trafica por allí.

No quedan claras las críticas contra el gobernador electo del Magdalena Carlos Caicedo por oponerse a la inversión de $131.964 millones aprobados por la Ocad Caribe antes de elecciones y destinados a la breve ampliación del tramo de Palermo. Dice él que la plata debe ponerla Bogotá, complementada por los dueños de la concesión de la vía. Es cierto que se necesita el tramo para descongestionar la llegada de los tres carriles, pero esos recursos deberían tener otra destinación social y en cambio será un pañito de agua tibia para resolver el entuerto, ejemplo monumental de falta de planeación del Estado central. Un error de Santos y su vicepresidente. Por cierto, ninguno de los dos en la placa oficial de inauguración. Qué paradoja tiene la política: allí sí están los apellidos de Duque y su locuaz vicepresidenta. La obra es buena, la planificación mala. Si el presidente quiere merecer el honor de eternizar su nombre que haga méritos impulsando la urgente doble calzada a Ciénaga. Es una vía transitada, peligrosa y necesaria.

mendietahumberto@gmail.com