Hace 61 años a Efraín lo rebautizaron como “El Caimán”, claro, siempre con su apellido: Sánchez.

Fue por la célebre canción de José María Peñaloza, que, desde su creación en 1937, se hizo famosa en todo el Mundo. La pieza se convirtió en una especie de himno colombiano. Atravesando fronteras, bailada y cantada por doquier y había llegado a Argentina por la época en la que nuestra gloria del deporte arribó a ese país para jugar en San Lorenzo de Almagro, convirtiéndose en el primer jugador nacional en participar en un onceno extranjero. Ante una primera entrevista, y luego de contar de dónde venía, un reportero bonaerense recordó con picardía la canción de moda y de ahí el sello que lo acompañaría por siempre.

De modo, que el origen del apodo con el que cariñosamente se le conocía, no fue futbolístico, sino musical. Fue un hombre elegante, siempre de saco y corbata. Era, como buen deportista, sano, pero la ley de la vida es inquebrantable, por eso partió ayer a los 93, luego de haber construido una leyenda respetuosa y ejemplar junto a su numerosa familia.

No solo se consolidó “El Caimán” como gran arquero en donde jugó, sino que además lo hizo como titular en la selección Colombia, en aquel Mundial del 62 en Chile, en el cual empatamos 4-4 con la Unión Soviética, un resultado que nos acompañó como la gran victoria moral, antes de ir a Italia 90; a las eliminatorias de USA 94 y a Brasil 2014.

“El Caimán” también se desempeñó cuidando con lujo y éxito los palos de Millonarios, Cali, América, Santa Fe, Medellín, Atlas de México en 1958, San Lorenzo -en donde le dieron el apodo que lo acompañó por siempre- en el 48 y 49, y por supuesto en el Junior, el equipo de su tierra.

También fue un técnico exigente de la Selección y de varios conjuntos nacionales y a quien sus pupilos recuerdan como un caballero a carta cabal, estricto y conocedor del fútbol como el que más.

Con su partida se conocen detalles de su vida, como que el apellido original no era Sánchez, sino Cjndje, de origen holandés y de muy difícil pronunciación en Barranquilla. Su padre, Augusto, era oriundo de Curazao, y se desempeñaba en el comercio local, pero con la dificultad de la pronunciación y la escritura decidió cambiarlo al castizo Sánchez.

Nuestro querido “Caimán” humano fue subcampeón como entrenador del combinado tricolor en la Copa América de 1975 y en más de media docena de ciudades lo recuerdan como una estrella, bien en el campo, bien desde la estrategia.

Efraín fue un hombre coherente, tanto en su vida pública como privada. Una esposa por 71 años, cuatro hijas, dos hijos, dos yernos, una nuera, seis nietos y tres bisnietos fueron el mejor equipo en el que jugó y dirigió. Buen viaje “Caimán”.

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