Sabido es, sin discusión alguna, que la educación es la base del desarrollo y el bienestar de los individuos, las familias y las naciones, en esa estricta escala. Sin embargo, la más reciente información muestra a Colombia con un profundo déficit en investigación y tecnología y con la urgente necesidad de ponerse a tono para lograr la velocidad en la que va el discutido nuevo orden mundial. El dato produce vergüenza. El país solo invierte el 0.24 del PIB en ese campo, quedando evidentemente rezagado.

Surgen entonces, como una bocanada de oxígeno, las ofertas investigativas provenientes de las instituciones públicas. Una de ellas es la publicación de José Rodolfo Henao Gil, Decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad del Atlántico, titulada Una Guía para Entrenar el Pensamiento Científico.

Con ese nombre se puede presumir que se trata de un texto nada fácil para legos, pero en realidad está hecho de piezas artesanales, en las cuales el artesano va tomando el hilo y la aguja y va hilvanando para darle color y forma a su obra. Henao Gil tiene entre sus charreteras de educador haber sido durante 20 años el rector del Instituto Humboldt, que por estos días celebra 50 años de creación; formando jóvenes con coeficiente intelectual superior; ocupando los primeros lugares en el ICFES; obteniendo varios Premios Andrés Bello y un gran desempeño en las universidades del país, por parte de sus estudiantes.

El libro maneja un lenguaje filosófico para quien tiene formación, pero lo lleva más a los pedagógico. Señala cómo debe ir haciendo las cosas de manera didáctica y accesible a la gente. La impronta de este texto es la forma como se tocan los temas relacionados con ciencia e investigación y descarta la premisa de que no todo el mundo investiga o hace ciencia, sino que es exclusivo para algunos sectores o para quienes están haciendo lo que se denomina ciencia pura.

El público objetivo de este texto es la academia porque el maestro debe investigar, sin escatimar esfuerzos y sin importar si se trata de grados de primaria, secundaria o superior. El buen docente no es solo el que domina una disciplina, sino el que cuestiona permanentemente su entorno, mediante un saber funcional, más reflexivo, que trascienda más la práctica como tal. Se trata de volver cotidiano un discurso abstracto para muchos, al entender el lenguaje de la epistemología, o el de la filosofía, o el de la ciencia y por supuesto el de la investigación.

Ahí está pues, ese texto de enriquecimiento intelectual para los docentes, como una guía para entrenar el pensamiento científico y comprender el idioma de la ciencia y el de la investigación, mediante la decodificación de ese lenguaje de alto nivel académico, que es ilustrado con ejemplos muy prácticos, mediante los cuales cualquier profesional puede entender lo que se está diciendo.

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