Ojalá el coronavirus no esté viéndonos por uno de sus millones de ojos y se vaya a dar cuenta de la forma torpe cómo estamos actuando los colombianos. Tanto los de arriba, como los de abajo. Los primeros son el gobierno y los bancos, con sus decenas de medidas, la mayoría sin claridad y necesitando en muchos casos una segunda exposición para explicarlas. Los segundos, que son la base de la población, en un desorden absurdo, aunque las autoridades nacionales y locales han insistido y divulgado las prevenciones a tomar. Mucha gente va de un lado a otro, en desorden, sin acatar las directrices. Una buena cantidad lo hace por razones ciertas porque si no producen no comen. Se los traga el día a día, pero otros, otros -cuánta irresponsabilidad con ellos mismos- muestran el bajo nivel de conciencia, educación y obediencia que tiene la población.

Ahí están rodando las imágenes de un barrio de Barranquilla en las que los vecinos de la cuadra se enfrentan en un partido de fútbol en la mitad de la calle, con abundante público, incluyendo niños y ancianos. O la gente comprando en el mercado de Bazurto en Cartagena. O algunos caminando por la bahía de Santa Marta, como si nada pasara.

Todo esto mientras el gobierno entrega información que aparentemente da un alivio a deudores de créditos, en particular a pequeños empresarios que tanto empleo producen en el país, pero los bancos, que tanto han ganado a través de la historia, se salen por la tangente solo estirando los plazos al restructurar las deudas sin reporte a centrales. Eso no alivia a quien ha dejado de producir.

Esta es una prueba de fuego para los gobiernos del mundo, entre esos al nuestro, un tanto tardío en tomar decisiones, pero ahí vamos. Ojalá los pasos dados para enfrentar al coronavirus nos saquen de esta película de ficción que ha resultado ser real y lo peor es que nosotros somos los actores de reparto, sin preparación alguna para grandes crisis porque en el trópico, la vida transcurre a otras velocidades y los riesgos tienen que ver con la pobreza, la inequidad y la inseguridad. Aquí los conflictos armados, que han sido el mayor problema del país, se han sufrido lejos de los grandes centros urbanos, en donde está el 74 por ciento de la población.

Y mientras en Colombia, en medio de un carnaval de medidas y declaraciones, poderosos como el controvertido Trump, cabeza de Estados Unidos, no sabe qué hacer ahora con el pico de riesgo que sube exponencialmente. Tampoco el conservador Boris Johnson, quien en primera instancia impulso “el libre comercio”. Al lado de estos polémicos jefes de Estado se ubica el mexicano López Obrador, presidente populista a quien el país se le está saliendo de las manos.

Paralelo a esto hay cientos de noticias desde todos los ángulos. Para denunciar, avisar o recetar. Lo correcto es atender las indicaciones de los médicos, héroes inconfundibles de esta batalla con enfermeras y personal paramédico, con baja remuneración, estimando su gran y permanente riesgo ante el temible e invisible enemigo que logró democratizar el miedo.

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