A punto del colapso económico por las cargas que su estrato implica está la clase media colombiana, conformada por miles de profesionales independientes, o por pequeños y medianos comerciantes o prestadores de servicios.

El coronavirus la amenaza en el bolsillo y en la salud. No recibe asistencia alimentaria del gobierno, ni de las fundaciones. Tampoco este siempre apretado grupo del país obtiene el beneficio de las rebajas o lo blindan directrices oficiales para que varios servicios públicos esenciales no le sean suspendidos si se encuentra en mora.

Los sectores vulnerables, ubicados en los estratos 1, 2 y 3 bien merecen el apoyo de particulares y del Estado, nunca preparado para estos imprevistos. Un ejemplo de ello fue Armero, la tragedia que acabó con la vida de 20 mil personas a pesar de todas las advertencias a viva voz del cura del pueblo y congresistas. Solo después de ese noviembre funesto del 85 fue creado el que hoy es el Sistema Nacional para la Atención y Prevención de Desastres por las que podría atravesar la nación. Entendido como una entidad para enfrentar sucesos de la naturaleza que se constituyen en fuerza mayor.

Aunque la pandemia es en todo el planeta y es un asunto de salud y no de inundaciones ni incendios, estamos rezagados en cuanto a la asistencia general. Solo se le está dando prioridad a los más pobres y en cambio un trato ingrato a la clase media, cuyo apoyo al músculo empresarial es clave. Es el sector que más consume en el mercado por su numerosa población y que más impuestos paga proporcionalmente.

Esta ha sido la mayor prueba para los gobiernos de la más reciente historia de la humanidad. El covid-19 es un hecho sobreviniente contra el cual, inclusive las grandes potencias, no tenían los escudos sociales para enfrentarlos.

En honor a la equidad, el presidente debe expedir normas que cubran de la apretazón a millones de colombianos ahogados en sus viviendas con deudas millonarias contraídas con los bancos y en muchos casos con la responsabilidad de nóminas de oficina o pequeñas empresas. No ocuparse ni mirar hacia el estrato cuatro, e inclusive cinco, puede producir la pauperización de un importante grupo productivo. Ojo, son momentos decisivos en los cuales se mide la capacidad de un mandatario. En eso le están ganando a Duque, guardadas las proporciones, muchos alcaldes y gobernadores.

Coletilla de duelo: se nos fue a los 94 años “Calilla” Miranda, el excelso y siempre bien recordado profesor de anatomía y química del Biffi. Clases inolvidables de este docente puro de la Normal, químico farmaceuta de la Atlántico y ñero neto con mil y un diretes que usaba para que aprendiéramos mientras nos destornillábamos de la risa en nuestras sillas. La metáfora picante para enseñar dónde quedaba cada músculo o la forma pedagógica para explicar la nada fácil tabla periódica eran parte de su método. Su nombre de pila era Reinaldo, pero lo conocían por el apodo, que era de cariño y respeto. Murió por los achaques típicos de la edad en su casa esquinera de Robles con Santana, en el barrio Abajo. “Morí de viejo”, diría con la simpática sorna que lo caracterizó.

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