El amargo jugo de la tragedia del coronavirus parece tener quien lo saboree, no con clara intención, pero sí como resultado de la incapacidad para resolver o para visionar lo que puede conllevar exigencias inapropiadas a empresarios y comerciantes en los tiempos vividos.

Parece que todo es producto de la naturaleza misma del aprovechador de este drama sin final, como lo es el sector financiero. Pero no es solo la banca la que ejerce con la frialdad que la caracteriza la demora en la toma de decisiones. Es el Estado, representado por el gobierno, porque es su obligación fungir como el mayor agente dinamizador económico de la nación.

Los bancos son unos operadores del dinero, que no lo hagan con generosidad ni celeridad en un momento como este es otra cosa. Los economistas experimentados se refieren a la necesidad de impulsar bancos de primer piso manejados por el mismo gobierno, de manera que se eviten intermediarios, cuyos protocolos para entregar los préstamos en emergencias como la que padecemos no son los apropiados. Se necesita rapidez en los procedimientos bancarios porque de otra manera sí que se va a acabar la economía, de por si ampliamente golpeada en escasos dos meses de haber sido decretada la pandemia. ¿Cómo será el panorama en diciembre? ¿Qué harán quienes deben pagar nómina, prestaciones, arriendo y servicios?.

El 80% de los sectores empresariales y comerciales del país han puesto el grito en el cielo ante las numerosas quejas de sus asociados - chicos y grandes- por la falta de diligencia y receptividad que han tenido con los bancos en estos días aciagos, que han cambiado la agenda mundial, rodando los roles y tornando en miserables endeudados a quienes en enero fl otaban en la abundancia o en la comodidad económica. Pocos son los sectores que logran sobrevivir y muy reducido el número que ha logrado sacar buenos dividendos de la crisis porque su objeto social se volvió una trascendental necesidad en la era del COVID-19.

Voy a citar solo un ejemplo, el de los viveristas, dedicados como su nombre lo indica a viveros. Generan 35 mil empleos en el país e hicieron una solicitud de un préstamo al Banco Agrario, en el marco del programa Colombia Siembre Agro. Tienen planeado diversificar su negocio y por supuesto suplir sus necesidades y obligaciones. Pues esto se volvió un calvario con solicitud de documentos. Pierde el Estado así la oportunidad de resolver una situación laboral y empresarial que se tornaría en una opción en materia alimentaria.

Ahora, lo que ha ocurrido es que los bancos congelaron los intereses y luego los cobrarán. Además no bajaron las tasas de interés, pero sí están usando la plata del gobierno, que contiene periodos de gracia. Es dinero está en Finagro o en Bancoldex y es usada para sustituir su propia cartera. Son esos artilugios que se tejen en las juntas de los grandes bancos como exitosas fórmulas de enriquecimiento, no importa el deudor, ni el doliente. Esta vez usaron un cómplice al que no deben darle ninguna tajada del botín: el coronavirus.

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