La pandemia es la obligada catarsis que necesitábamos para vernos al desnudo. Dura realidad que afecta los pulmones –al menos eso es lo que se dice- y el estómago, por el hambre de quienes no tienen con qué. También golpea el corazón y el cerebro. Órganos, sentimientos, autoestima y bolsillo, todos impactados por un virus, que como maldición bíblica, cayó sobre la humanidad entera. Nadie se salva del riesgo, aunque los de mayor estatus económico tienen buenos escudos para protegerse.
Repudiamos a los insensatos que no respetan el aislamiento colectivo impuesto por el presidente. Pero, ¿Por qué los repudiamos? La mayoría pertenece a sectores vulnerables y sin educación. ¿Es de ellos la culpa? ¿O de una sociedad que les negó, les robó, los ultrajó y ahora les exige? No solo ha sido la clase política corrupta la responsable de este desequilibrio, también los sectores privados que los esquilmaron. Pero nada de esto es óbice para que la gente no cumpla con las directrices de prevención. El peso de la autoridad debe recaer sobre todos y en particular sobre quienes realizan convites al aire libre desafiando normas y atentando contra su propia vida.
Necesitamos respiradores, camas, tapabocas y guantes, pero también urgentes campañas efectivas de socialización con esos mismos sectores, porque más que medidas coercitivas se trata de concientizar a los indisciplinados infractores. Los comparendos no resolverán nada y a mucha gente parece no importarles porque estiman que si no los pagan, nada pasará. No tiene idea de que ese histórico les puede salir más caro en el futuro.
Al margen del riesgo, está el vergonzoso espectáculo en el cual actúan algunos mandatarios inescrupulosos haciendo fiesta con recursos públicos y sacando tajadas para cubrir “la inversión” de sus campañas electorales. Eso somos al desnudo. Es nuestra sociedad con líderes como Petro, Claudia López y Uribe que se dan dentelladas y se amenazan con un tizón, mientras el incendio del ego lo tienen en la puerta de la casa. Solo que la aguerrida y visceral Claudia es mandataria de carácter y de atinadas decisiones, aun con el riesgo de su incontenida impulsividad.
En el plano local, alcalde y gobernadora dan una dura lucha diaria y enfrentan a contradictores. De eso se trata la democracia, siempre y cuando los argumentos sean ciertos y se planteen en busca de la transparencia y no para deslegitimizar al contrario solo por el deporte nacional de injuriar. Todo este gran nudo es nuestra realidad. Así somos, esa es nuestra desnudez.
Coletilla luctuosa. Que se vayan buenos seres humanos que aún tenían mucho que aportar a esta defectuosa sociedad es doloroso. Lo es más cuando ocurre en época del coronavirus y no podemos despedirlos. ¿Con qué permiso se fue Rafa Bassi se preguntan sus cientos de amigos y admiradores? Pero pasó. Un infarto fue la causa y el gran convocante de música y cultura del Caribe partió con la salsa y el jazz. Casi al tiempo lo hizo Carlos Escobar De Andreis, por una enfermedad renal. Gran ser humano y valioso profesional que dejó su indeleble y limpia huella en el corazón de la región.
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