Cuando uno se va a casar es que le salen las novias. Basta, por ejemplo, con que te compres una casa, para que enseguida todo el mundo ahora sí te diga que había otra más grande, más bonita y más barata. En la feliz mañana del sábado en que estrenas tu carrito nuevo, ahí mismo te salen los amigos con el cuento de que tal otro era más elegante, menos caro y, además, más rápido que los de la Policía. Al capitán Edgar Grimes, genial parrandero de una de las magníficas novelas de Evelyn Waugh, a los pocos días de casarse obligado con la hija de su jefe le llegó la siguiente carta:

“Jhon Clutterbuck E Hijos

Fabricantes de cerveza y vendedores de vinos.

Mi querido Grimes:

El otro día (…) usted me preguntó si por casualidad no había algún puesto para usted en la cervecería. No sé si lo preguntó en serio, pero, en caso afirmativo, acaba de producirse una vacante que me parece que le convendría (…). Empleamos a cierto número de viajantes para que visiten distintas tabernas y hoteles y prueben la cerveza a fin de comprobar que no ha sido aguada o adulterada en cualquier otra forma. Nuestro viajante más joven (…) acaba de sufrir un delirium tremens y ha tenido que ser despedido. El salario es de doscientas libras anuales, con automóvil y gastos de viaje. ¿Le atrae la proposición? Si es así, hágamelo saber en los próximos días”.

No, ese hombre se habrá quedado como en la ranchera de José Alfredo: “Vas a sentir que lloras, sin poder siquiera, derramar tu llanto”. La cara le quedaría mucho peor que la del que, después de ya haber almorzado, se entera que hoy había aguacate. O le quedó como la del novio nuevo de la única feíta de 7 hermanas el día que luego conoció a sus 6 bellas cuñadas.

Decía García Márquez que la Vida te da las cosas cuando ya pa’ qué. Pero también es que la Malicia y la Desconsideración te las niegan a la hora que de verdad corresponde. El joven Mr. Biswas, protagonista inmortal del Nobel Naipaul, era el pariente pobre de una tía suya muy rica. Y, cuando de repente se casó sin saber ni cómo fue (le interceptaron un papelito con las primeras palabritas de amor y entonces su repentina suegra –una matrona hindú– lo sentó en una mecedora y, sin atender a retóricas de enamorado tímido, le amarró esa soga al cuello), su tía Tara le dijo:

—Te has metido en un buen lío… Y yo que tenía unos planes estupendos para ti…

—Ojalá me los hubieras contado —dijo Mr. Biswas.

En España anunciaron la convocatoria de una cadena de hoteles de lujo para quienes estén dispuestos a pasar un año viviendo gratis en sus establecimientos, probando todos sus servicios y restaurantes, y con un sueldo de 100 mil euros por todo ese suplicio de spas y piñas coladas. Lo único es que los candidatos tienen que ser solteros y menores de 40 años. Pero, entonces, digo yo: ¿para qué me voy a divorciar si, de todas maneras, ya tengo 41?

Como dijo Grimes al recibir aquella carta del paraíso cervecero:

—Demasiado tarde, viejo, demasiado tarde. Las palabras más tristes de cualquier idioma…