Hace mas de diez días se realizó en Uninorte un panel donde se examinó el avance del proceso de paz en el Caribe. Contamos con la importante visita de miembros del Instituto Kroc de la Universidad de Notre Dame de Estados Unidos, entidad que ha monitoreado 34 procesos de paz en el mundo desde 1989. Hicieron un balance del Acuerdo Final de la Habana, el cual contiene 578 compromisos para un horizonte de 15 años. La evaluación hecha señaló que el proceso es persistente, goza de resiliencia aunque todavía es poco transformador, debido a que casi nada se ha hecho en reforma rural integral y no se avanza en la reforma política. El proceso de paz no se puede reducir sólo al desarme de los combatientes y a la reinserción de los mismos, sino que conlleva unos compromisos mínimos que ayuden a democratizar un poco esta sociedad colombiana tan cerrada para las reformas, con una élite que no quiere que nada cambie. Fue notorio el compromiso de los delegados campesinos que vinieron de Sucre y de Cesar, junto con excombatientes, con su compromiso con el proceso. El evento nos dejó la imagen de un proceso que avanza con dificultades, pero del cual nadie quiere su fracaso. Se estima que la guerra nos dejó mas de 8 millones de victimas, más de 300.000 muertos y millones de desplazados. Cada año perdimos un 1.5% de crecimiento en el PIB del país. Se pregunta uno donde estaría hoy Colombia si este conflicto se hubiese resuelto mucho antes. El acuerdo de La Habana era imperfecto, pero preferible a una guerra perfecta, donde los muertos los ponen los hijos del pueblo. Los de la élite poco van al servicio militar.

Hoy nos encontramos frente a una declaración de guerra de un grupo de los antiguos negociadores de las FARC que decidieron salirse del proceso. Alegan a su favor las distorsiones que sufrió la JEP en el Congreso, la negación de las curules a las víctimas, el asesinato de más de 150 excombatientes y más de 600 líderes sociales, y el poco compromiso del gobierno en su implementación, aunque se deben reconocer, pienso yo, los esfuerzos denodados del consejero Emilio Archila para la Estabilización y la Consolidación. Tampoco ayudaron las continuas arremetidas del partido de Gobierno y su líder, el cual a todo costo nos quiere llevar de nuevo a la guerra total, aún mayor a la que ya traemos. Ya habla de desmontar los acuerdos y acabar con todo, gracias al favor que le han hecho los antiguos dirigentes guerrilleros. Todo indica que debe nutrirse de la guerra para conseguir mas adeptos para su causa. Nada justifica volver a la guerra. Por otro lado, el nuevo grupo de rearme guerrillero no se debe menospreciar pues lamentablemente reúne los cuadros militares mas avezados de las antiguas FARC. El viejo paramilitarismo nos dejó grupos criminales con presencia en mas de 400 municipios. Este nuevo grupo disidente, de mas de 1.800 miembros, según la Fundación Pares, hace ya presencia en mas de 83 municipios. Los vientos de guerra cogen fuerza para los próximos meses para infortunio de los colombianos. El presidente Duque tiene el reto de no pasar a la historia como el presidente que hizo trizas la paz. Hay que persistir en la paz. Debe entender que hasta la economía ya le empieza a fallar con su creciente desempleo. Sólo nos queda la paz como camino.