Nuestras elecciones locales se muestran bien aburridas, sin que haya algún debate sobre los problemas de la ciudad o el Departamento. Tal como lo señala María Jimena Duzán en su columna ‘Los que van a ganar’ en la revista Semana de sept. 22/19, se relata la historia de nuestro territorio, como un capítulo más que sucede en la mayoría de los departamentos de la Costa y algunos del interior del país. Mientras en Bogotá han ocurrido varios foros con todos los candidatos a la Alcaldía, nuestro Ungido local no se da por enterado, pues piensa que no necesita debatir nada, dado el apoyo mayoritario que supone que tiene. A nivel del departamento, sucede lo mismo. Es una democracia absolutamente capturada y monopolizada por el poder económico local y político, que se refuerza mutuamente, oligárquico y unidimensional. No hay más opiniones, excepto la de los candidatos “alternativos”, sin recursos para hacer una campaña agresiva de medios, mientras que los Ungidos ya han lanzado toda su artillería propagandística.
Amartya Sen, en su obra Desarrollo y Libertad, plantea la noción correcta de que el verdadero desarrollo le permite a los ciudadanos más opciones. Acá solo hay una en el terreno local, pues de lo contrario quedas marginado y excluido. Uno se pregunta qué democracia representamos en los discursos ardientes del presidente Duque, ante una Asamblea General de Naciones Unidas semivacía, atacando al dictador vecino, precisamente cuando vivimos un proceso electoral sangriento, con más de 700 líderes sociales asesinados, más de 150 excombatientes de las antiguas Farc eliminados, y cuando ya las mochilas cargadas de dinero se desplazan a los barrios en nuestra pobre democracia, a la vez que se prepara la destrucción del medio ambiente con glifosato y los “ensayos” de fracking, que nuestras Cortes han autorizado por la puerta trasera, a pesar de los llamados angustiosos de Greta Thunberg . A veces creo que algunos dirigentes políticos se creen sus propias mentiras de tanto repetirlas, y el episodio del dossier de pruebas contra Maduro con sus fotos tomadas en Colombia le destruye toda credibilidad.
La ciudad no discute, por ejemplo, el pésimo y doloroso estado de abandono de nuestra Avenida del Río en la isla de la Loma, donde Elsa Noguera gastó ingentes recursos. En Barranquilla se hacen las cosas, me decía un observador serio de la ciudad, pero nadie piensa en el mantenimiento. Sale a relucir el puente levadizo, contratado con los mismos de siempre, pero sin saber dónde nos lleva. Si pasamos al tema del medio ambiente, esperamos con ansia el Informe sobre este tema que prepara Barranquilla Cómo Vamos. Es para preocuparse, pues nada sabemos de la calidad del aire que respiramos, de las aguas residuales que corren bajo nuestros pies, y que luego encontramos al bañarnos en Prado Mar o Puerto Colombia. No pensamos en la casi total destrucción del bosque semitropical seco que hemos hecho de nuestro entorno, la tragedia de la Ciénaga de Mallorquín, los 18 basureros abiertos en los barrios de Barranquilla, ni el ruido ensordecedor por los lados de la carrera 8 o lo que sufren los angustiados vecinos de la carrera 53 con calle 75, por la violación de todas las normas sobre ruido, al igual que la lucha de muchos vecinos de la calle 84 con los nuevos centros comerciales construidos. Ciudad en silencio. Sin discusión.