Llegamos a este fin de año, en medio de nuestros logros, dificultades, fallecimientos y enfermedades que afectan amigos y parientes, los cuales forman parte del decurso de la vida. Pero ante los escenarios mundiales y nacional, poco importan nuestras historias personales. Los síntomas de la economía mundial son preocupantes y todo ellos vaticinan un lento crecimiento que se puede traducir en una recesión mundial. Una de las amenazas mas serias es la disputa chino-norteamericana, traducida en una guerra de aranceles que apenas se calmó en una fase inicial, pero de la cual subsisten dudas en su desarrollo. En el fondo, es la lucha por el predominio tecnológico, político y militar de las superpotencias. Nouriel Roubini, uno de los analistas mas serios de estos escenarios, al predecir la crisis del 2008, señala que la desarticulación de la economía mundial del eje USA-China, generará fuertes trastornos. Los movimientos conservadores siguen triunfando en el mundo, en Europa y la Gran Bretaña, reafirmando los movimientos sociales que se refugian en el nacionalismo y la xenofobia. El viejo proteccionismo ha vuelto con fuerza y la Unión Europea tiembla con estos fraccionamientos. En un libro Zygmunt Bauman (La Globalizacion, 1999) el autor presentía estas tendencias, pues este proceso no produciría la felicidad para todos, sino “segregación, separación y marginación social progresiva”. Los locales en el mundo globalizado pierden la partida, y el concepto de “glocalización” se ha venido al traste. Los poderosos del capital financiero pueden ser globales. Los pobres y clases medias empobrecidas quedan reducidas al localismo. La nociones de tiempo y espacio cambian y lo urbano se trastorna según esta perspectiva. Según Roubini, Trump ha carecido de un manejo estratégico de la disputa con China y ha cazado conflictos con la multilateralidad mundial. Lo graves es que puede ser re-elegido si los demócratas no dan con un buen candidato.
En nuestro país nos consolamos con un crecimiento del 3,2%, el cual seguirá siendo el mismo en el 2020, en medio de un creciente desempleo que no afloja, con una informalidad agobiante. Pensar que somos la maravilla de América Latina no nos salvará de dificultades. El sector exportador no despega y el crecimiento se sigue afincando en sectores terciarios y financieros. La movilización social seguirá ante un gobierno autista. El salario mínimo se ha podido incrementar a un 6.5% o 7%, pero por lo menos el gobierno se alejó de las propuestas gremiales en algo. Hay que desconectar muchos precios del salario mínimo pues eso le hace daño a la economía y al consumo de los hogares.
La región Caribe crece modestamente, afectada por el resurgimiento del paramilitarismo y los grupos delincuenciales quienes le han dado un golpe mortal al turismo en el Magdalena con el asesinato de los dos ambientalistas. En ese escenario, Barranquilla tiene que desarrollar una estrategia de desarrollo social que disminuya la desigualdad, que no piense solo en “embellecer la ciudad”, que impulse la cultura ciudadana cuya ausencia llena de basuras los nuevos hitos de atracción de la ciudad. Una ciudad que es la tercera en homicidios en el país, después de Cali y Medellín dista de ser la “capital de Vida”.
Seguridad, movilidad, desarrollo social y medio ambiente son tareas a realizar, así como sanear las finanzas publicas. Prudencia y éxitos en el 2020.