Cualquier observador de las reuniones del Foro Económico Mundial en sus reuniones anuales en Davos (Suiza) tiene derecho a estar escéptico sobre el impacto de las conclusiones de estos eventos. Con delegados de las más importantes corporaciones del mundo, quienes pagan sus viajes a Davos en exclusivos jets y tarifas de hotel de $500 a $1000 dólares por día, no deja de ser irónico que hablen de pobreza y desigualdad en el mundo. Muchos dirán que fue otra reunión show de las mucho que se estilan, donde los efectos prácticos son nulos. En nuestro país y nuestra ciudad, abundan este tipo de eventos, de inmensa retórica y cero resultados.
Pero esta vez en Davos parece que el ambiente era un poco diferente. Ya las corporaciones no están tan seguras que la única responsabilidad de ella sea maximizar los beneficios a sus accionistas como lo señaló en los 80s Milton Friedman y se enseña todavía hoy en los programas de Economía. Eso es lo que han hecho en los últimos cuarenta años y las tensiones en Europa y el mundo están a la vista. El patrón de acumulación capitalista que sólo favorece a la cúpula de los grupos financieros y congela los salarios y las esperanzas de los trabajadores y clases medias, está siendo considerado inviable: no es posible que todos los ciudadanos se vuelvan “stake holders” de un sistema que los excluye. Las cifras de Oxfam según las cuales la riqueza de 26 multibillonarios ricos es mayor que la de 3,600 millones de las personas más pobres del planeta es algo que señala la gravedad del asunto. Algo debe hacerse pues de lo contrario estas tensiones estallarán en guerras y conflictos disfrazados de nacionalismos y populismos de todo tipo.
El segundo tema que dominó la agenda de Davos fue el cambio climático. La misma ciudad estaba inusualmente más cálida (8oC) que en otras ocasiones. Poca nieve en los alrededores. Con los incendios en el Amazonas y el desastre de Australia de proporciones bíblicas, ya no se puede caer en el negacionismo. Como lo dijo Greta Thunberg la casa se está incendiando ya. Es algo real. La delegación de Colombia hizo bien en unirse a la propuesta de sembrar 120 millones de árboles en el país, sólo esperamos que la cumpla en la realidad, pues la deforestación avanza sin control a un ritmo de 170,000 hectáreas por año. Ojalá el gobierno no se quede en la retórica, como es frecuente en estos lares.
El tema de la desigualdad se puede enfrentar mediante una agenda seria de políticas públicas. Tal como lo señala Minouche Shafik, directora de la London School of Economics, ello exige la implementación de un nuevo contrato social, que garantice la educación desde la cuna, el re-entrenamiento de la mano de obra ante la continua robotización, y políticas de fondo en materia de transferencias a los sectores más desfavorecidos, además de inversiones en tecnologías verdes. Ello requiere un nuevo dialogo social donde por ello no se pueden estigmatizar las reivindicaciones de la población en Colombia como un “Caguán Reforzado” (según Vargas Lleras). El pasado verano, 200 altos ejecutivos de Apple y Pepsi se comprometieron a mejorar los salarios de sus empleados y aplicar políticas más sostenibles. Microsoft anunció que para el 2030 será carbón negativa en emisiones y destinará más de 1,000 millones de dólares a investigación en tecnologías verdes. Algo pasó en Davos.