Al 20 de marzo/2020, iban 246,275 personas afectadas por el COVID-19 y 10,038 muertos, y Colombia tenía 128 casos. Esto crece en forma exponencial y ni Barranquilla se salva: de un caso que teníamos, vamos por 5 a la fecha de este viernes.
La crisis que hoy vivimos tiene razones estructurales, todos la esperábamos, pero se agudizó por el COVID-19 y la pugna saudí-rusa en la esfera petrolera. Los índices de la bolsa en Wall Street han caído en mas de un 14%, muy rápido en dos semanas, y en Colombia la caída del Colcap –índice de la bolsa de valores de Colombia– se ha desplomado en un 42%. La cuarentena ayuda a frenar la expansión del virus, pero golpea duramente a la economía. Según la unidad de inteligencia de The Economist, el PIB mundial este año sólo crecerá en un 1,2%, Estados Unidos descenderá al 1,4% y China al 2%. El crecimiento del comercio internacional será mínimo y a finales de año, el precio del petróleo se estabilizará en $47 dólares. El turismo caerá en el mundo en un 30% ($80,000 millones de dólares) pues los chinos (30% de ese turismo) viajarán menos. Las líneas aéreas tendrán riesgos de quiebras y la industria automotriz se resentirá aun más. Las cadenas productivas se han interrumpido, combinándose los choques de oferta y de demanda. Las plantas de Hubei apenas empiezan a reiniciarse lo mismo que los fabricantes chinos de partes electrónicas y computadores. Otras fuentes de suministros son muy costosas. Hasta la industria farmacéutica mundial, la cual utiliza insumos chinos, está afectada.
Vivimos momentos excepcionales y ello requiere medidas de urgencia. El gobierno ya inició este proceso con un paquete de medidas, orientadas a facilitarle liquidez al sector financiero y a las empresas, pues en estas crisis se le tiene que inyectar dinero a la economía y empezar a proteger un poco, en forma flexible la tasa de cambio. Menos mal se resolvieron amigablemente las diferencias entre el gobierno nacional y los territoriales, dándole paso a iniciativas de alcaldes y gobernadores. Se anuncian medidas que le inyectarán a la economía recursos por unos $15 billones, provenientes de los recursos fiscales petroleros, amparadas en el estado de emergencia dictado según nuestra constitución.
Sin embargo, a la luz de muchos analistas, pensamos que una crisis de esta dimensión requiere un paquete mas amplio de medidas, que no sólo fortalezca al sector privado sino que fortalezca el sector de la salud en materia de camas hospitalarias y unidades de cuidados intensivos. Lo que se nos viene es grande, por el ritmo que se mueve la cifra de infectados. Nuestra pobre capacidad hospitalaria será arrollada si no actuamos ya. Ello exige una mayor intervención estatal y menos pasividad, pues las EPS no van a poder con este problema.
La segunda esfera de medidas se relaciona con las pequeñas empresas y el sector informal. La sola cuarentena deprimirá el consumo y afectará duramente al comercio y los servicios. En un país con la mitad de la fuerza laboral en el sector informal, ello implica que simplemente si no sale a la calle no come. Se avecina una crisis social. Toca incluso que se recurran a créditos con el Banco de la República directos, aunque suene a anatema, y se baje fuertemente la tasa de interés. Lo anterior se debe combinar con una política pública de empleos, masiva, que vincule a los trabajadores en tareas de desinfección en todas las ciudades. Urgente.