En la antigua Roma, la Guardia Pretoriana era una rama de las fuerzas armadas. Su nombre en Latín era (cohortes praetoriae) y se derivaba de la expresión con la que se conocía a la tienda de un comandante, un praetorium.
Inicialmente, la guardia velaba por la seguridad personal de un comandante y luego, en el periodo imperial, se convirtió en una fuerza de élite para proteger al emperador. Sin embargo, con el tiempo, la Guardia Pretoriana se transformaría en una peligrosa amenaza para la propia estabilidad imperial, volviéndose el verdadero poder tras el poder. Esto obligó a muchos emperadores a transar favores en aras de asegurar su acompañamiento y garantizar la viabilidad de sus reinados. No obstante, ello no impidió que entre los siglos I y II d.c, las ambiciones desbordadas de esa Guardia Pretoriana, derivaran en múltiples traiciones.
En la Colombia contemporánea, no hay una Guardia Pretoriana como la romana encargada de cuidar al Emperador. Hay, sin embargo, una “Guardia Petro-riana”, un tipo de guardia al servicio del proyecto político representado por Gustavo Petro. No me refiero con el término a los petristas que bien pueden tener simpatías por el candidato o sus propuestas. Me refiero a una esfera de proximidad muy cercana a esas aspiraciones de poder y en la que algunos de sus participantes más radicales defienden a su líder supremo frente a todo. Al que lo cuestione, hay que caerle con todo, insultos, injurias, calumnias y difamaciones donde sea y cuando sea, como si nadie pudiera atreverse a elevar cuestionamientos de su líder supremo.
Pareciera no importar el tema objeto de crítica ni la validez y serenidad con que la que estas se presenten. Bien sean en medio de las pasadas movilizaciones del paro nacional, sus propuestas en cuanto al funcionamiento del modelo económico que visiona para el país, su posición frente a la industria del petróleo, sus iniciativas con las pensiones, los controvertidos políticos tradicionales que hoy son sus co-equiperos y paradójicamente abanderan su lema de “cambio”, sus calificaciones de neo-nazis a contradictores políticos, sus señalamientos a medios de comunicación, sus recientes propuestas de perdón social, la idea de establecer quizás un tipo JEP para Narcotraficantes con beneficios jurídicos a cambio de la no repetición de la actividad delictiva, o la notarización de un documento privado con el compromiso de no expropiar nada a nadie.
Los miembros más fanáticos y reactivos de esta “Guardia Petro-riana” están siempre atentos para entrar, a veces, en contradictorias acrobacias mentales e incongruentes triple-saltos argumentativos en pro de la ambivalencia. A lo mejor, sus miembros sienten que con ello ayudan a coronar, no a un emperador romano, pero algo parecido. Estos fanatismos, presentes también en otras orillas políticas, conducen a la intolerancia, no son propiamente una virtud democrática y flaco favor hacen al objetivo de superar viejos odios en la política colombiana.
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