Europeos e ingleses han tenido que reconocer que el brexit fue una equivocación porque fue impuesto por la mentira. Lo dijo Stephen Pritchard, presidente de los defensores del televidente de Inglaterra, al recordar que uno de los principales argumentos del brexit fue que al salir de la Unión Europea los ingleses tendrían 350 millones de libras para gastar en ellos y no en Europa. Esta fue una de las mentiras que convencieron a los votantes.

También fue una mentira con intención política la de la reportera que dio por hecho que el Nobel del presidente Santos había sido comprado. Fue significativo el análisis de La Silla Vacía a 52 acusaciones de un jefe político de las cuales solo 4 eran verdad; lo mismo que las afirmaciones de Tirofijo sobre el rocío de bacterias hecho por el ejército a su población, o los 16 mil soldados de la Operación Marquetalia, acusaciones ampliamente difundidas y después desmentidas; o las mentiras que internet hizo creer después del 11 de septiembre que habría sido una conjura del gobierno; que Bush se había robado las elecciones de 2004 o que Barack Obama era musulmán.

Son unos cuantos casos de mentiras difundidas por políticos y con la finalidad evidente de obtener ganancias políticas. Gobernantes, políticos, empresarios, publicistas, al convertir la mentira en arma política hacen un daño inimaginable a la sociedad, porque la privan de la verdad, un bien imprescindible.

La sociedad la necesita porque sin ella es imposible la justicia. En un país de víctimas el reclamo de justicia se vuelve reclamo de verdad hasta el punto de que los esfuerzos de las autoridades de justicia resultan concentrados en la búsqueda y preservación de la verdad.

Además, sin verdad no puede haber confianza. Lo observaba Daniel Pecaut cuando para crear una comisión de la verdad hubo que crear otra, la de escogencia de los comisionados. Esta misma desconfianza la expresó una columnista: “¿de dónde sacamos 11 colombianos para que diagnostiquen la verdad del conflicto?”. Esa desconfianza de todos para con todos es una consecuencia de la falta de verdad.

Un estudio sobre el aporte de los medios al proceso de paz concluyó que habían dejado a la sociedad sin la mínima ración de verdad. El proceso fue descrito como una simple batalla de contrarios que debía concluir en unos vencedores y en otros vencidos; tal fue el esquema elemental para informar sobre las conversaciones de La Habana, con más emoción de las fuentes que razonamientos. Agregue a esto la multiplicación de informaciones que provee la tecnología. Que son tantas, que ocultan la verdad y el periodismo, o no está capacitado o carece de voluntad para orientar entre esta selva de datos en que vive el ciudadano común.

Cuando la verdad se vuelve irrelevante la ciencia pierde importancia. La verdad queda condicionada por las predisposiciones ideológicas y los sentimientos de las personas. La sociedad, por tanto, ve crecer el peligro de la mentira ambiente sin defensa alguna. Desprovista de verdad y aturdida por los llamados al odio, todos los días retrocede en dignidad y en humanidad mientras crecen las cifras de votos obtenidas con la mentira.

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@JaDaRestrepo