Los lectores que me preguntan: ¿qué tienes contra los políticos?, a raíz de las últimas columnas, me han hecho el favor de subrayar un tema que no es teoría sino realidad pura y dura.

Ellos y los lectores en general han sido testigos del escándalo de los alimentos y medicinas que no llegaron a manos de los necesitados venezolanos, porque el régimen atravesó camiones y soldados para impedir su entrada y su distribución.

Las lecturas obvias de ese episodio poco ayudan a su comprensión; pero si uno se libera de sentimientos en pro o en contra del régimen, puede llegar a la pregunta reveladora: ¿pueden ser tóxicos los alimentos y medicinas que llevan consigna política?

¿Qué habría pasado si el régimen secuestra esos alimentos y medicinas y los distribuye como un favor oficial para el pueblo necesitado?

Creo que la conclusión se impone: no se pueden mezclar alimentos y medicinas con consignas políticas, porque donde meten la mano los políticos, todo queda contaminado.

Mientras llegaba a esas conclusiones ocurrían los episodios de las objeciones presidenciales a los acuerdos de paz y resultaba cada vez más evidente que como el hambre de los venezolanos, la urgencia de paz de los colombianos son dos necesidades que requieren una solución generosa y urgente. Sin embargo, en uno y en otro caso la solución se ha alejado en la misma medida en que las manos de los políticos aparecieron para contaminarlo todo.

El político deja de entender y de sentir las necesidades y dolores de la población cuando están de por medio sus cálculos electorales, su avidez de poder y sus ambiciones personales.

Pero no siempre ha sido así. Debo a Aristóteles la más bella definición de un político. Él lo ve, primero, como un hombre que ha resuelto sus necesidades de subsistencia; y, segundo, en esas condiciones puede dedicar su vida a servir el bien común; y, tercero, así construye su inmortalidad.

Nuestros políticos le enmiendan la plana al filósofo porque para ellos la política es un modo de subsistir; lo demuestran esos políticos que han convertido su actividad en el negocio de la familia, porque su objetivo real no es el bien común sino el de un grupo, en contra de otros grupos; y desde luego, lo de la inmortalidad les suena a retórica vieja.

Por eso no creo equivocarme al concluir que lo del hambre de los venezolanos se mantiene porque los políticos de lado y lado han metido su mano en los donativos y los han contaminado con sus condiciones y su irredimible torpeza; también creo que seguiremos condenados a decenios de violencia porque nuestra necesidad de paz se convirtió en arma y argumento de los políticos que han hecho real la vieja idea de que donde meten la mano los políticos, la paz se hace imposible.

La política, una bella pasión por el bien público, en manos de nuestros políticos se ha convertido en el negocio privado de ellos y de sus familias y en el instrumento de sus odios y de sus peores pasiones. El asunto no es acabar con los políticos, sino cambiarlos.

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@JaDaRestrepo