Cambiaron la metralleta por un remo y ahora son los ángeles guardianes de los turistas adictos a la adrenalina con que se aventuran por entre las rugientes aguas del río Pato. Estos exguerrilleros han hecho de esta, que fue una retaguardia estratégica de las Farc, el eje de los atractivos que Caguán Expeditions ofrece a los turistas del mundo.
Con una creatividad parecida, en la Unidad Nacional de Protección entrenan a 1.200 antiguos combatientes para proteger la seguridad de los guerrilleros en plan de reinserción; otros están aprovechando los conocimientos elementales de enfermería que aprendieron curando a los heridos que dejaban los combates contra el Ejército; hoy forman parte del grupo de 90 antiguos guerrilleros que se forman como promotores rurales de salud y vida por la paz. En La Habana, 196 de los que dejaron las armas estudian para ser médicos. El plan es que se les unan otros 600 en los dos próximos años.
Un entusiasmo parecido al de estos candidatos a médicos es el de los 436 que se inscribieron para capacitarse en tareas de desminado que proyecta la Corporación Humanicemos de las Farc, para trabajar en los 673 municipios en donde se ha detectado el peligro de las minas antipersonas.
Menos riesgosa, pero inspiradora, es la tarea de los socios de Guevara Kild, una microempresa de exguerrilleros que fabrica y comercializa sudaderas, chaquetas, botas, tenis en Vista Hermosa (Meta). También trabajan con ropa, artesanías y muñecas de trapo mujeres que dejaron las armas. Su taller se llama Fariana Confecciones. En Mesetas funciona Amasando Sueños, una empresa en donde 9 mujeres farianas y 2 hombres trabajan a la vez en una panadería y una guardería infantil, para hijos de excombatientes. Y en Monterredondo (Cauca) hay 14 excombatientes que hacen muñecas y hamacas. Pero la actividad más común de estos antiguos hombres y mujeres de armas es la de la agricultura. Más de 80 socios de Coproagrosur, antiguos miembros de autodefensas y víctimas de esos grupos, trabajan codo a codo en 870 hectáreas en Simití (Bolívar). Y entre la Sierra Nevada y la Serranía de Perijá, 222 excombatientes cambiaron fusiles por azadones como en la profecía de Isaías, y se dedicaron a la cría de aves de corral, cerdos y ganado en su Cooperativa Farc. La mirada inmóvil de Manuel Marulanda los sigue desde la gran fotografía que adorna la sede de la Cooperativa.
En Pondores, Cauca, son 120 exguerrilleros los que se dedican a la producción de café, piña y al cultivo de peces.
Aún debo registrar los gestos que se multiplican, como el de aquellas madres de guerrilleros y soldados que se reunieron en Bogotá para hablar de reconciliación; o los partidos de fútbol con exguerrilleros; o esa inesperada reunión de exjefes de las autodefensas con miembros del secretariado de las Farc en la casa provincial de los jesuitas en Bogotá, o aquel festival de la reconciliación que un general retirado y desmovilizados de las Auc y de las Farc iniciaron en el Carmen de Bolívar. Todos son episodios que hablan de una urgencia de paz y que demuestran que en Colombia no solo el odio, también la paz es posible.
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@JaDaRestrepo.