Según una desventurada tradición, los medios de comunicación en Colombia nacen para tirar línea. Por eso hay diarios conservadores, liberales comunistas, o de escándalo. A unos les corresponde el azul, como a otros el rojo, el verde, el anaranjado u otro color indicador de la línea adoptada para servir a un partido, a un político o a un gobierno. En consecuencia, contratan los periodistas, los columnistas que mejor sirvan esa línea. Ir contra esa línea equivale a un hará-kiri profesional. Esa idea del periodismo está mal para un periodista que se respete, pero sobre todo para la sociedad, que queda condenada a una indigestión de propaganda y a un ayuno permanente de información que le permita acceder a la realidad de lo que sucede.
El periódico que “tira línea” produce más propaganda que información, le sirve a un partido, a un político o a un gobierno pero no a la sociedad y en esas condiciones condena a sus lectores a ver la realidad deformada por las lentes de intereses partidistas, de gobierno o particulares, y los periodistas acaban siendo dóciles escribanos de esos intereses.
Esa perversa tradición de la línea política o particular en los medios está en la raíz de los odios que dividen a los colombianos en bandos enfrentados a muerte; han creado una historia azul, o roja, o verde con visiones deformadas y deformantes y con sus odios respectivos. Y si alguien quiere liberarse de esas visiones recibe el nombre de tibio como si fuera de buen recibo ser radical de algún color con su carga de intolerancia.
Un medio de comunicación no tiene por qué aceptar esa carga; para los medios y los periodistas sólo hay una línea que es válida: servir con información a sus lectores, únicos a quienes debe su servicio. Su lealtad es para la población, no para políticos, ni partidos, ni gobiernos, ni juntas directivas, ni propietarios; y esto es lo contrario de lo que sucede con cualquiera otra empresa. La de un periódico es una naturaleza distinta: es una empresa de servicio público, aunque no oficial ni estatal, que se debe a lo público; por eso su lealtad al lector, oyente o televidente es un factor esencial, razón de ser indispensable. Si como negocio da ganancias estas tienen por objetivo, antes que el lucro de alguien, el mejor servicio para los receptores de la información.
Lo que acaba de suceder en la revista Semana es revelador. Por una decisión del propietario se cierra una columna, la más conocida y apreciada de la revista. ¿Se había desconocido o violado la línea editorial de la revista? ¿Se había trasgredido la norma de no hacer críticas fuera del santuario de la publicación? Todas esas razones fueron puestas en tela de juicio por los verdaderos amos de la revista: los lectores. Su reacción de rechazo a la medida y de respaldo al columnista fue tal que la revista, con notable sabiduría, echó atrás la medida y puso en vigor la única línea aceptable para un medio y para un periodista: el servicio de información para los lectores.
Es la única línea editorial que dignifica a medios y periodistas.
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