Cuando se conoció que los dos soldados de la Fuerza Aérea habían muerto al reventarse la cuerda que los sostenía desde un helicóptero en vuelo, comenzaron los intentos de explicar sin que la Fuerza Aérea resultara salpicada con la sangre de las dos víctimas.
Se habló entonces de algún agente externo, después la explicación posible fue el impacto de una cometa. Pero todo eso sonó en el vacío en el ambiente viciado por las repetidas denuncias contra los militares, entonces se intentó la retórica de declararlos héroes y detrás de esa declaratoria se desbordó la retórica que, como la propaganda, es otra forma de mentir.
La última explicación, la más obvia pero la más poco conveniente para los militares: la de negligencia para examinar previamente la cuerda de donde iba a depender la vida de los dos soldados. ¿Era una cuerda desgastada? ¿Una cuerda nueva y capaz de resistir habría evitado la tragedia? ¿Por qué no se proveyó esa cuerda? Preguntas obvias que se eludieron con mentiras.
Hay un generalizado miedo a la verdad, que ordena llamar a las cosas por su nombre. ¿Cuántas verdades a medias se han dicho después del asesinato de Luis Carlos Galán? Cada una de esas personas inocentes a las que se encarceló por años perdieron su libertad como parte de una mentira para desviar la acción judicial. Pasó igual tras el asesinato de Jaime Garzón, rodeado por la espesa neblina de las mentiras. Solo ahora comienza a despejarse la neblina de las mentiras.
En estos y en la mayoría de los casos como esos, la mentira suele disfrazarse de retórica, que es el lenguaje preferido por los políticos y por los poderosos culpables. A veces la retórica adopta la forma de las condecoraciones y los títulos con que a los culpables se les viste de seda. A la retórica mentirosa se suman la tramitología y el lenguaje tramposo de los procesos judiciales. Los mismos sobornos, las palancas, la compra e imposición de testimonios son otras formas de mentir que se han convertido en costumbre hasta el punto de que esas formas perversas podrían llegar a clasificarse como habilidad indispensable para abogados defensores y para políticos en ascenso hacia el poder. Denunciaba el concejal Juan Carlos Flórez “la casta política a la que le interesa un pepino lo que piensan los ciudadanos porque se elige con el poder corrupto del voto comprado.”.
Para que esto no sea así el propósito de largo plazo tendría que ser la utilización de todas las formas de lucha para que la verdad sea motivo de orgullo y las variadas formas de la falsedad sean objeto de repugnancia y de rechazo. Y habrá que comenzar por señalar y rechazar toda forma de falsedad como una amenaza y una deshonra para todos.
La campaña previa a las próximas elecciones pondrá a la vista las vergüenzas de la clase política que ha convertido la mentira y la calumnia en armas de su arsenal. También pueden quedar a la vista la dignidad y el valor de todos los que exigen y se exigen mantener que la verdad aún es posible.