A veces creo que los fotógrafos son gente regularmente callada, que toma fotos para que esas imágenes digan por ellos. Es una percepción infundada y caprichosa, pero si alguna migaja de realidad hay en esto, definitivamente no toca en lo absoluto a Jesús Abad Colorado. Abad toma fotos porque le gusta conversar, decir. Fue su vocación de arriero y conversador innato lo que lo puso en ese camino. Y por fortuna escogió como tema de sus fotografías el conflicto en Colombia, porque no hay tema de la memoria histórica de la nación que necesite tanto de gente que siga diciendo.
En tiempos donde algunos –en un revisionismo producto de la vergüenza patria o vaya a saber uno de que otros intereses menos inocentes–, se esfuerzan en construir cronologías históricas para demostrar que han sido más los años que hemos estado en paz que los que hemos estado en conflicto, como si el dolor de los seres humanos y las consecuencias de la guerra sobre los pueblos fuera sólo un tema de sumas y restas, la labor de Abad Colorado es necesaria. No es disimulando el dolor y la tragedia como se sana un país. Abad lo sabe y habla. Habla con sus fotos y con el verbo coloquial de sus campesinos presentes y remotos. Asume una responsabilidad ética y estética con la narración de la tragedia que lo convierte en alguien comprometido con los cambios y con la necesidad de no repetición.
“A la muerte tengo que retratarla con ética, con humanidad, porque yo no puedo banalizar la vida de un ser humano. Tengo que trabajar con mucho respeto porque lo que estoy buscando es generar reflexión.” Dice. Con su lente. Con su voz. A mi siempre me ha sobrecogido una foto suya tomada en San Carlos (Antioquia), que muestra a un niño abotonando la camisa de su padre asesinado. El niño tiene el rostro apacible, sereno, como si hubiera dejado el dolor en otro lado, y ahora se concentrara, con la resignación de los que han sido obligados a ponerle a diario la mortaja a sus seres queridos, a acicalar a su padre muerto.
Para Abad Colorado las víctimas del conflicto no son simples cifras. Tiene en la memoria la mayoría de los nombres de las personas que ha retratado. Y no sólo eso, se acuerda de las conversaciones previas y posteriores a las fotos, de lo que había en el ambiente, de las heridas y los testimonios de la violencia sobre los árboles y la vegetación, y hasta de los nombres de los animales domésticos con los que algunos de los fotografiados posan o que revolotean por ahí.
Las fotos de Jesús Abad Colorado hablan tres veces: hablan por ellas mismas, hablan por lo que nos dice él del momento, las circunstancias y lo que sintió cuando las tomó, y hablan también a partir de lo que el público ve en ellas y de las respuestas que las fotos les dan a sus preguntas. Hace unos días, la Fundación Gabo –anteriormente Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano Gabriel García Márquez–, le otorgó el Reconocimiento a la Excelencia del Premio Gabo 2019. Fue por su trayectoria, por sus valores éticos, por el respeto a los derechos humanos. Fue por hablar. Con sus fotos. Con su voz. Este país necesita que lo siga haciendo.
javierortizcass@yahoo.com