En estos tiempos, por trascendente que sea, no hay escándalo político que no termine en chiste. La sátira, una de las formas más importantes de la crítica social y política de la humanidad desde la antigüedad, deviene, cada vez más, por las lógicas de los códigos de comunicación actuales, en una suerte de humor ramplón de consumo fácil. Sucede que pierde su capacidad de generar en la gente indignación por la realidad que la produce y termina creando consumidores ávidos por hacer parte de la tendencia mediática del momento y no críticos y analistas conscientes del contexto en el que habitan. Produce consumidores, no ciudadanos.
El escándalo político –nada que no supieran de alguna manera incluso los que se dan golpes de pecho– que se generó en Cartagena a propósito de los audios que reveló una emisora nacional, y que vinculan a un candidato a la Gobernación del departamento de Bolívar, pasado menos de cinco días de haberse producido, no es más que chistes que circulan profusamente por las redes sociales. En política, en este caso en la coyuntura electoral, en términos de impacto y comunicación, está sucediendo algo similar a lo que ocurre con algunos videos musicales de calidad artística dudosa en los últimos tiempos. Es posible que la gente los critique, pero para producir la crítica tienen que verlos y cuando los miran se convierten de alguna manera en cómplices de lo que se ha producido porque pasan a aumentar la amplia cifra de quienes ya lo han hecho, y sabemos que desde hace rato no es por la venta de discos, como en otros tiempos, como se mide la calidad o el éxito de un artista. Para algunos de estos y estas cantantes, la idea del éxito es aparecer en el contexto mediático, a cualquier modo, así sea a través de la burla y el chiste. Lo importante es que se hable de ellos y la gente se convierte en sus máximos patrocinadores por el temor a aparecer como unas especies de offsider o desadaptados por no estar sumados a lo que todo el mundo comenta. Si tienen dudas, pregúntenle a los productores del video de una cantante cartagenera que por estos días satura al Caribe colombiano –cuidado a toda la nación– con su contoneo y su natural, muy natural, voz de trasnocho.
Una cosa muy delicada –que, repito, se sabe desde hace rato– como el hecho de que la política en Cartagena la manejen estructuras mafiosas, termina convertido en un simple chiste, en memes, en comentarios jocosos de redes sociales, al punto que se descontextualiza el hecho y se pierde el carácter gravísimo que tiene la situación. Recuerden que hasta los monarcas más opresivos tenían un bufón en palacio para que los divirtiera, incluso a costa de chistes sobre ellos mismos. Dudo que este escándalo transforme sustancialmente la votación en las próximas elecciones. De lo que si no tengo la más mínima duda, es que la alusión a la pereza de los negros –que además llevó a muchos a fijarse solo en una parte de un problema estructural– está en el arsenal de prejuicios de todos los candidatos.
javierortizcass@yahoo.com