El Caribe es calle. La calle es su escenario. Por el calor, quizá. Pero sobre todo porque somos herederos de una condición en la que nos sentimos miserables si nos encarcelan el cuerpo. Nos gusta mostrarnos, exhibirnos, y desde niño aprendimos a usar el cuerpo como un pregón. Para eso es fundamental la calle, una especie de vitrina donde cada cual anuncia y expone su aguaje. El literato y ensayista cubano Antonio Benítez Rojo dijo que el Caribe lo definía el ritmo, y que eso, además de convertir la música en una expresión fundamental de la vida cotidiana, nos hacía cultivadores de una tradición en la que la práctica de deportes con altas posibilidades de desarrollar formas inéditas de mostrar el cuerpo –como el béisbol y boxeo– eran comunes.
Recuerdo perfectamente que alguna vez en un Seminario Internacional de Estudios del Caribe en la ciudad de Cartagena, el historiador Alfonso Múnera –para los tiempos en que ejercía de embajador de Colombia en Jamaica–, contó la anécdota de una mujer que le pide a un chico que le alcance unos mangos y se los traiga. El chico lo hace, pero en el trayecto del árbol de mango hacia el lugar donde esta la señora, en vez de caminar viene realizando todo un performance; un baile, una coreografía acompañada de un par de mangos en cada una de sus manos. La mujer, sorprendida, lo observa extrañada y se pregunta qué diablos le pasa a ese niño, y uno de sus acompañantes le contesta: “nada, señora, él lo único que quiere es que usted le vea el estilo”.
Mi amigo el filósofo y musicólogo Kike Muñoz suele contar que en cierta ocasión le preguntaron al boxeador Bernardo Caraballo después de su regreso de Japón, qué era lo que más le gustaba: cuando se va la luz, contestó con tranquilidad Benny. Había traído de su viaje unos zapatos con un sistema de alumbrado que eran la sensación barrial, y por supuesto, nada lo hacía más feliz que salir a la calle cuando se iba el fluido eléctrico para lucir en la calle sus zapatos vanguardistas.
La calle es el escenario. Y este 21 de noviembre, como lo han hecho cotidianamente los habitantes del Caribe colombiano la gente mostrará su estilo. Hay un compromiso ético y estético con el derecho a la protesta y con el mismo aguaje de todos los días saldremos a marchar. El cuerpo en la calle seguirá siendo pregón, y una comparsa social cansada y hastiada gritará contra los intentos de una reforma pensional y salarial nefasta, contra la reforma financiera, contra la corrupción, contra las privatizaciones, contra las altas tarifas de Electricaribe y su mal servicio, contra los asesinatos sistemáticos del líderes sociales, contra la satanización de la protesta social, contra un gobierno que incluso le quedó grande el conteo de sus ciudadanos y ciudadanas y por respeto al proceso de paz.
Este 21 de noviembre el Caribe colombiano se moverá al ritmo de una misma coreografía: paro en la calle de noche, paro en la calle de día.
javierortizcass@yahoo.com