La noche del 19 de agosto de 2011, Diego Felipe salió a pintar muros. Lo hacía con frecuencia, a sus 16 años ya era un grafitero con cierto reconocimiento en Bogotá. Cuando salió de casa no se imaginó lo que ocurriría al final de la jornada. Con un grupo de amigos, estaba haciendo pintas en el puente de la calle 116 con Avenida Boyacá cuando llegó una patrulla de la Policía. Los adolescentes salieron corriendo, entonces uno de los patrulleros –Wilmer Alarcón– sacó su arma y le disparó por la espalda a Diego. Dos balas entraron a la humanidad de un muchacho que tan solo llevaba pinturas en aerosol. Alcanzó a ser atendido en la clínica Shaio, pero la gravedad de las heridas le arrancó la vida en un par de horas. Habían asesinado a Diego Felipe y lo había asesinado un policía.
Lo que vino después fue casi tan doloroso como su asesinato: lo volvieron a matar. Intentaron convertirlo en otra persona. Una vez supieron que Diego había muerto en la clínica, con el propósito de justificar el homicidio, la Policía autorizó la compra de un arma esa misma noche y la llevaron hasta la escena del crimen para hacer creer que Diego estaba armado. Es decir, intentaron convertir a un adolescente en un delincuente.
La manipulación por la escena del crimen está relacionada con altos oficiales, patrulleros y algunos civiles. Fue un intento desesperado e improvisado de salvar la imagen de la Policía ante el eventual escándalo que se generaría por el asesinato de un menor de edad en el norte de Bogotá. Coroneles y tenientes harían parte de un inescrupuloso plan en el que trataban de relacionar a Diego Felipe con el atraco de una buseta. Actuaron en gavilla, con unidad de cuerpo, y le pasaron factura y amenazaron a todo aquel miembro de la Policía que se interpusiera en la macabra estrategia.
El caso del joven grafitero se revive en titulares de prensa en estos días, porque uno de los oficiales vinculados con la manipulación y la creación del “falso positivo”, el entonces mayor John Haiver Peña, está siendo ascendido al rango de coronel de la Policía. Es decir, mientras la familia de Diego Felipe sigue dando una difícil lucha para que se haga justicia, mientras la abogada de la familia recibe amenazas, mientras los testigos –algunos patrulleros– también son amenazados, la Policía asciende a uno de los oficiales involucrados en el caso.
Han pasado siete años desde aquella noche en la que Diego Felipe salió a hacer el que sería su último grafiti. Pintar en paredes, eso era todo lo que hacía. Diego pintaba en paredes como parte de un arte callejero que traduce las voces de los jóvenes urbanos. Todo esto recuerda aquella imagen del artista urbano británico, Banksy, en un muro de Boston que tiene inscrita la leyenda “Sigue tus sueños” atravesada con un cartel por encima que dice “Cancelado”.
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