El desempeño de un equipo de fútbol en un partido, la forma como lo juega y el resultado final que obtiene, ¿dependen del director técnico (DT) o de los jugadores? He aquí uno de los grandes problemas filosóficos de nuestro tiempo.
Día y noche lo discuten los periodistas especializados en este deporte (y también sus aficionados). Nadie antes, ni los Sócrates ni los Platón ni los Aristóteles, ha debatido con tal empeño y laboriosidad cuestión alguna como ellos ésta. Como problema filosófico de respeto que es, existen respecto a él dos posturas y por tanto dos bandos contrarios: quienes aseguran que todo (desempeño, forma de juego y resultado) depende del DT y quienes afirman que todo depende de los jugadores. También hay, cómo no, una posición ecléctica según la cual la determinación de esos hechos está repartida entre el DT y los jugadores. En este eclecticismo, algunos llegan tan lejos que incluso formulan los porcentajes precisos de incidencia de cada factor: 50% y 50%; 60% y 40%; 70% y 30%; 80% y 20% (en relación con estas tres últimas proporciones, la mayor cuantía corresponde bien al DT, bien a los jugadores, según el caso).
El bando que atribuye por entero al DT la causalidad de la actuación de un equipo durante los 90 minutos de juego (al que llamaré el bando de los tecnicistas) propone que tal fenómemo se cumple gracias a un elemento poderoso y de sonoridad militar: la táctica. La táctica, en la que cada jugador cumple una función específica que, articulada con la de cada uno de sus demás compañeros, forma una dinámica colectiva coherente y precisa, es en efecto el artilugio mediante el cual el DT, aunque permanezca todo el partido a un lado de la cancha, es quien en realidad juega, y lo hace como quiere y para lo que quiere, pues sus 11 pupilos son sólo instrumentos de su voluntad, de sus decisiones, como si se trataran de piezas de ajedrez. Un ejemplo reciente: en la Copa América jugada en Brasil, ciertos comentaristas colombianos decían que Colombia era favorita ante Chile (entre otras razones, por el mejor momento de sus jugadores), pero después del partido, cuyo resultado se definió por lanzamientos desde el punto penal a favor de los australes, aseguraron que el DT Rueda le había dado “un repaso táctico tremendo” al DT Queiroz.
El bando opuesto –a cuyos partidarios, como habrán previsto, llamaré los jugadoristas– sostiene, por el contrario, que, si bien el técnico escoge a los 11 que compiten en cada partido y les da unas instrucciones generales previas y algunas otras particulares en el desarrollo mismo del juego y durante su entretiempo, “son los jugadores los que juegan y no el técnico”. La frase, de apariencia tautológica, tiene por fin negar que los jugadores sean meras extensiones mecánicas del DT y que carezcan de agencia moral y deportiva. Esta postura implica varias proposiciones: 1) aun siendo el jugador obediente de las directrices tácticas del DT, el desarrollo del partido lo aboca a lances concretos en que no logra cumplir aquéllas, ya porque el rival lo impidió, ya porque tuvo que tomar una decisión sobre la marcha que no resultó efectiva; 2) el jugador ve oportunidades o amenazas que lo llevan a tomar decisiones libres que no responden al libreto del DT; 3) el componente de azar de todo partido, que no es poco, fomenta las situciones 1 y 2.
Los tecnicistas pretenden que existe una suerte de “fútbol de autor”: los jugadores son sólo el material que le permite al DT expresarse; por tanto, es ilusorio que jueguen 11 contra 11; sólo juegan dos personas: el DT de un equipo contra el DT del equipo rival.
Sin embargo, cuando los resultados de los encuentros no coinciden con los análisis que previamente han formulado ni con los pronósticos correspondientes, sufren una momentánea crisis de escepticismo y mandan al diablo su propio credo. Sirva de ejemplo un tuit del comentarista colombiano Campo Elías Terán Jr., publicado luego de la inesperada victoria de Perú contra Chile 3 por 0 en la Copa América de marras, y en el que exaltaba el carácter demostrado por los futbolistas cholos: “No me hablen más de tácticas (…), de si el técnico es un padre o si tiene mano dura. No más verso y excusas. Si se quiere marcar diferencia en el fútbol TIENES QUE DEMOSTRAR CARÁCTER!!!! lo demás es accesorio [sic]”. Como ven, una declaración del más puro jugadorismo.
Este gesto de patear el metódico tablero no es infrecuente. Tras urdir sesudos análisis basados en la idea de que el fútbol se reduce al enfrentamiento de dos propuestas tácticas, suelen rematar diciendo, como quien destruye de un manotazo su propio castillo de naipes: “Pero esto es fútbol y cualquier cosa puede pasar”.
No obstante estas vacilaciones, seguirán aferrándose a su doctrina e impugnando la del bando contrario. No hay árbitro capaz de dar el pitazo final de esta discusión.