Los días de la llamada Semana Nobel ofrecieron un fuerte contraste: mientras en Estocolmo y en Oslo hubo tensiones, enfrentamientos verbales y protestas, en Gotemburgo todo fue de maravilla.

En efecto, y como lo informaron casi todos los medios, en las capitales sueca y noruega imperó cierto ambiente hostil por el rechazo que provocó entre muchos, respectivamente, la entrega del Premio Nobel de Literatura al austriaco Peter Handke y del Premio Nobel de la Paz al primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed. En cambio, y como muy poco se ha divulgado, varias decenas de kilómetros al sur, en la más pequeña y menos poblada de las tres ciudades escandinavas mencionadas, unas 1.500 personas se congregaron desde la mañana del pasado lunes en el Centro Sueco de Congresos y Exposiciones y salieron de allí al atardecer felices e inspiradas, expresándose con exclamaciones tales como “¡Emocionante!”, “¡Alucinante!” y “¡Qué maravilloso día!”.

¿Qué era lo que habían presenciado? Digámoslo también en sus propias palabras: una cantidad de charlas increíbles y provocadoras entre algunas de las mentes más brillantes del mundo.

Se trató del Diálogo de la Semana Nobel, un encuentro que se viene realizando desde 2012 el día anterior a la ceremonia de entrega del célebre galardón. Cada año tiene un tema determinado de interés mundial que es debatido por una nómina multidisciplinaria de científicos de primerísimo nivel, muchos de ellos laureados con el Premio Nobel, y a la que son sumados también artistas y líderes de opinión.

Esta vez, el título del encuentro no podía ser más atractivo: “En lo desconocido: incertidumbre, riesgo y oportunidad”. Los encargados de discutir y reflexionar sobre dicho tópico fueron 22 panelistas, incluidos cinco premios Nobel, que participaron en 29 sesiones cumplidas de 10 a.m. a 4:10 p.m. Los 22 invitados –12 hombres y 10 mujeres– constaban de 18 científicos (de los campos de la física, la medicina, la psicología, la filosofía, la economía, la inteligencia artificial, etc.), un artista plástico, un deportista, una cineasta, y una política y activista defensora de los derechos humanos.

Aparte de asuntos concretos como la crisis climática, la producción de energía y de alimentos en relación con la sostenibilidad, la epidemia del VIH y del sida, la amenaza de la guerra nuclear, la gestión de los mercados financieros, las perspectivas de la inteligencia artificial y los posibles límites de la edición de genes, así como de la conferencia de Tawakkul Karman sobre “La segunda ola de la primavera árabe”, la mayoría de las charlas se ocuparon de la cuestión general planteada en el nombre del Diálogo.

Tal cuestión consiste en comprender que, no obstante que el conocimiento científico se ha expandido, y se expande, exponencialmente (Peter Doherty), no puede resolver la incertidumbre que aparece siempre en cada una de las múltiples áreas de la vida humana; por tanto, tiene límites para anticipar los riesgos y proporcionarnos certezas sobre el futuro. Conviene, pues, recomendaron los expertos, en vez de tomar decisiones con base en simplificaciones de fenómenos complejos, “abrazar la incertidumbre” y acogernos a un “escepticismo organizado” (Helga Nowotny), ya que, por otra parte, como afirmó la misma Nowotny, “la ciencia prospera al borde la incertidumbre”. Por si hicieran falta, el Diálogo de la Semana Nobel nos suministró dos razones más a favor de la incertidumbre: una la llevaba consigo el nombre de uno de los coloquios: “¿Quién quiere vivir en un mundo completamente predecible?”; la otra fue la aseveración que en este mismo hizo la filósofa sueca Jonna Bornemark: “La incertidumbre es lo que hace que la vida sea vida”.

Hace dos años, en 2017, el tema de debate del Diálogo de la Semana Nobel fue “El futuro de la verdad”. Pues bien: una de las últimas frases de la última sesión del evento de anteayer en Gotemburgo fue la del Nobel John Polanyi: “No hemos perdido nuestra creencia en la verdad”. La última fue la del también Nobel Steven Chu: “En Estados Unidos está bajo ataque”.

¿Sólo en Estados Unidos, Mr. Chu?, me dije yo desde esta lejana orilla.