La semana pasada viajé por casi toda la región del Sinú, y sus sabanas en los departamentos de Córdoba y Sucre. Desde que uno aterriza ¡todo es verde! Verde oliva esmeralda, oscuro, clarito; como los de caja prismacolor de 76 colores ¡el sueño cuando uno se pone a colorear! Los árboles inmensos de sombra y las casas fantásticas, muchas escondidas en los centros urbanos o en los alrededores del Río Sinú. Ahí está ese proyecto maravilloso de la ronda: ¡Un parque lineal de más de 4 km de longitud!
Ahí uno se encuentra con todos los sabores, los saberes y los oficios: el casabe con mongo, las cocaditas blancas y negritas, los caballitos de papaya verde, la moringa (hoy una prevención necesaria contra la Covid) y además, ese Rosario fabuloso -entregado al mismísimo Papa en su última visita a Colombia- elaborado en filigrana por un artesano de Ciénaga de Oro. Un artesano orgulloso de su oficio, como todos los que llegué a conocer en mi recorrido. Como esos que se encuentran en el museo de Semana Santa, tienen un espacio lleno de figuras en madera realizadas por ebanistas locales, vestidos con mantos y túnicas de diferentes telas y colores para los“pasos” que desfilan cada año con sus rituales y cánticos, tradición que acaba de ser declarada como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación. ¡Todos orgullosos de sus trabajos diarios y del perfeccionamiento de su oficio que los convierte en verdaderos maestros! Artistas cuyos secretos pueden caer en el olvido, ¡como el de este tejedor de hamacas de Murroa que te explica todo su oficio en verso!
Yo inmediatamente me lo imaginaba con su telar gigantesco y vertical, rodeado de niños y jóvenes explicando en rimas cómo teje cada hebra de hilo de colores y tejiendo paso a paso ante esos ojos que absorben todo: los ojos y la mente de los niños. Esa imagen podría ser real, sus tejidos podrían estar en uno de esos espacios diseñados para museos que albergan piezas, pergaminos, fotos -quizás muy importantes-, pero ¿qué más lindo que un museo vivo? ¡Con el telar en el centro y el maestro explicando! ¿Y qué tal esa casa amarilla de Miguel en una esquina cualquiera de Sincelejo? Llena de colores y trinitarias exuberantes, cuyo interior mágico es logrado con elementos reciclados de todas las épocas y usos; con esas plataformas que se mezclan con los grandes árboles del patio y objetos que sólo una creatividad sin límites puede obtener. Allí, pensaba yo, sólo faltan los aprendices para que se convierta en un Taller-Escuela de verdad, ese nuevo proyecto que cada vez amplia más su cobertura,
Y soñando con oficios… ¿¡qué tal los“areneros”que se localizan a los bordes del Río Sinú!? Todo un emprendimiento de los más vulnerables: desde el buzo (el de más alta categoría) que se sumerge en el fondo del río para extraer la arena con un balde de plástico atado a una pita, o el “paleador” encargado de armar las pilas de arena que serán transportadas en camión o en canoa con destino a las fábricas de bloques de cemento. Canoas de hasta 20 m de largo que son elaboradas por artistas ¡artistas de verdad! ¡Maestros ebanistas que también merecen estar en ese Museo vivo que podemos realizar en muchos sitios y con muchos personajes de nuestra rica y diversa región Caribe! ¡Y que viva el Casabe, el diabolín, y su majestad el Porro por supuesto!
De nuevo gracias a Matías por su apoyo y paciencia como hijo y editor...