Aunque aparenta ser el género policíaco tradicional, la película va más allá.
Dos detectives de Madrid, Pedro Suárez (Raúl Arévalo) y Juan Robles (Javier Gutiérrez), muy disímiles entre sí, son asignados para investigar el caso de dos jóvenes hermanas desaparecidas al salir de una fiesta en un pueblo de una región pantanosa en Andalucía, España.
Llegan a un hotel decorado con crucifijos e imágenes de Hitler, Mussolini y Franco, demostrando cómo los cambios que experimenta el país aún no se visualizan en estas latitudes, a pesar de que han pasado cinco años de la muerte del generalísimo y dos que rige una nueva constitución.
Sin conocerse previamente, los detectives van revelando características propias y no se tarda en descubrir que uno es demócrata y el otro carga con los rezagos del franquismo. Con el objetivo de resolver el caso y encontrar el culpable, deben tratar de superar las diferencias ideológicas que los separan.
Pedro es el más joven; está casado y espera un hijo, mientras que Juan es mayor y tiene atracción especial por el trago y las mujeres. Ambos combinan sus habilidades para conformar un equipo eficiente, que a medida que pasa el tiempo se complica con nuevos hallazgos no siempre explicables, como la conexión con Quini (Jesús Castro), un personaje arrogante que despierta sospechas.
Además del tema central, se desarrollan varias historias paralelas dentro del elaborado libreto a cargo de Alberto Rodríguez, el director, y Rafael Cobos.
Juan y Pedro se dan cuenta, por ejemplo, que mantener ciertos secretos familiares puede ser más importante para Rodrigo (Antonio de la Torre) y Rocío (Nerea Barros), los padres de las jóvenes, que contribuir con la investigación. Lo mismo se percibe con la importancia de preservar los roles tradicionales de sumisión y dominio de la pareja, hechos a los que los detectives deben adaptarse.
La manera como cada uno de los protagonistas maneja los interrogatorios, táctica primordial utilizada en el esclarecimiento de los hechos, es otro factor que ayuda a develar el pasado y los cambios que ha tenido el régimen en la formación del personal judicial.
Uno de los mayores créditos de la película es la fotografía, especialmente las tomas aéreas que dan comienzo a la historia, lo cual permite ubicar el misterioso y recóndito entorno donde se llevará a cabo la acción.
Aunque la narrativa aparenta ser del género policíaco tradicional y sentimos que quedan algunos cabos sueltos, la película carga con un mensaje que va mas allá, haciéndonos cuestionar qué tan válido es lamentar o resarcir las faltas del pasado, cuando lo primordial es sobreponerse a ellas en miras a solventar un conflicto y salir adelante.
La cinta mereció diez premios Goya, el equivalente a los premios Óscar en España, entre los cuales se destaca el de Mejor Actor Principal (Javier Gutiérrez), Mejor Actriz Revelación (Nerea Barros), Mejor Director, Mejor Guion Original, y Mejor Fotografía, la cual estuvo a cargo de Álex Catalán, quien obtuvo el mismo galardón en el Festival de Cine de San Sebastián.