Los economistas clásicos y neoclásicos han realizado análisis sobre escenarios donde no existen conflictos, que resultan ideales para acumular riqueza y capital. Solo desde principios del siglo XX los efectos de los conflictos en la economía comenzaron a ser objeto de mayor atención, al punto de que Thomas Schelling, premio Nobel de Economía en 2005, consideró que el uso de las armas es un medio para extraer rentas de las actividades tanto legales como ilegales.

Recientemente los economistas de corte macroeconómico centraron su interés en revelar los costos económicos y sociales de un conflicto, concluyendo, todos, que este tiene un efecto negativo en la eficiencia, productividad y acumulación de capital, llámese físico, humano, financiero, natural e incluso social, y que, además de alterar las estructuras productivas, espanta las inversiones y concentra las industrias en las ciudades, agravando con ello la inequidad entre las regiones.

En esos análisis encontramos, quizás, uno de los mejores que se haya hecho hasta la fecha: ‘Costos económicos y sociales del conflicto en Colombia ¿Cómo construir un posconflicto sostenible?’, compilado y editado por Ana María Ibáñez, decana de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, al que hay que sumarle el del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz y la Agencia de Comunicaciones para la Paz.

Dichos análisis encontraron que entre 1985 y 2013 el conflicto en Colombia causó 220.000 muertes, 81,5% civiles y 18,5% combatientes. Es decir que una de cada tres muertes en el país fue causada por el conflicto.

Entre 1985 y 2012 cada hora eran desplazadas 26 personas y cada 12 horas alguien era secuestrado; en el período de más intensidad de la violencia –1996 y 2005– cada 8 horas había un secuestro y un civil o un militar caía bajo los nefastos efectos de una mina antipersona. Por causa del conflicto, el PIB de los departamentos solo de duplicaría cada 18,5 años, y en los que ocurrieron los secuestros se disminuyó la inversión de las empresas durante la década de los 90.

El desplazamiento implicó una reducción en la producción agropecuaria con un menor crecimiento de 3,4% cada año en el PIB agropecuario, y para la década de los 80 a los 90 hubo pérdidas anuales estimadas entre el 2% y 4,5% del mismo PIB, porque la presencia de grupos armados estaba asociada al incremento de tierra sin explotar.

Por causa del conflicto la tasa de crecimiento del PIB nacional decrecía entre 0,3 y 0,5 puntos porcentuales al año; entre tanto las inversiones de las familias en protección para sus miembros y propiedades ascendía al 1,4% del PIB.

En 60 años Colombia se ha gastado en la guerra $411 billones, lo que arroja un promedio por año de $6,85 billones, o $22.000 millones al día.

La paz es, a todas luces, más barata que todo lo anterior y, por sí, traerá menor depredación de los recursos; aumento del capital y de las inversiones; crecimiento económico y desarrollo social, lo que debe ser capitalizada con más inversiones por el Estado con los recursos que no se invertirán en la guerra.

Para ello debemos decir Sí al ‘Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera’.

@clorduy

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