El pasaje de Ramón Illán Bacca a la eternidad no deja de rememorar las vivencias de sus amigos, discípulos y personas con quienes colaboró e inspiró a través de su vasta obra, su mordacidad y el gran sentido del humor que lo caracterizaba. En las redes sociales, los recuerdos con el escritor afloran de manera conmemorativa. Desde quien lo invitaba a cenar todos los sábados por la noche, pasando por el diseñador de las dos últimas portadas de sus reediciones, el colectivo de teatro con quien colaboraba, en fin todos sus amigos del mundo cultural de Barranquilla y por supuesto, aquellos que le considerábamos un “maestro” hacia quien pudimos dirigimos para expresar nuestra tímida irrupción en el mundo de la escritura.
Se nos fue uno de nuestros más grandes exponentes de la literatura del siglo XX y XXI, no sólo de nuestro Caribe sino que me atrevería agregar de Colombia. Una leyenda viviente, maestro del cuento y la novela, esta última matizada por una profunda investigación de carácter histórico que alcanza su culmen transcultural en su obra “Maracas en la Ópera”, que leí hace muchos años, sin desconocer que esa riqueza barroca del libro fue lo que me acercó a su obra.
Y en ella, Ramón nos describe como sociedad con todas nuestras contradicciones. Dibujando personajes inspirados en sus tías “victorianas” tan rezanderas para no dejar la camándula, clasistas pero demasiado pobres para no pertenecer a la aristocracia”, pero también usando la transculturización de la que era un maestro y de la que se servía a manera de recurso narrativo para explicar su propia identidad , fruto de la inmigración italiana de fines del 800’ cuando su abuelo, un agricultor de origen Calabrés emigró en transatlántico hasta el muelle de Puerto Colombia para luego adentrarse como muchos otros en la majestuosas poblaciones del Magdalena. ¡Me lo contaba siempre!
Bacca amaba su Región Caribe, describiendo su riqueza migratoria y local a través de dos elementos musicales como la ópera y las maracas, un contraste dual que también encontramos en las parejas mixtas (la del protagonista Amedeo Colonna Antonelli y la afrodescendiente Bratislava Cantillo), apellidos y personajes que existieron en Barranquilla como el hebreo Ezequiel López Penha, el sabio catalán Vinyes, Oreste Sindici y diversas localidades de nuestro Caribe.
Fiel a lo que somos, el escritor supo leer e interpretar nuestra identidad, a través de una narración que nunca encontró la magia de otros autores pero sí esa “sedimentación” proveniente de influjos y lejanas culturas. ¡Goodbye Ramón! Gracias por todo lo que nos diste.