Pocos días han transcurrido desde que la muerte de la pequeña Antonella cubriese los titulares de los principales diarios y portales de noticias Italianos e internacionales. Su trágica partida, triste cuánto absurda ha creado debate y discusión por parte de la opinión pública que se cuestiona si pudo haberse evitado un desenlace instigado por el uso exagerado de las redes sociales. La pequeña oriunda de Palermo(Sicilia) de tan sólo 10 años cumplidos, se estranguló en el baño de su casa utilizando el cinturón de su padre como parte del challenge o desafío que circula desde hace unos meses a través de la red Tik Tok, un juego que reta a permanecer el mayor tiempo posible sin aire.

Curiosamente, las estadísticas en Italia -según fuentes del Hospital Bambino Gesú de Roma- denunciaban la semana pasada que el número de niños y jóvenes que practican el autolesionismo en casa ha aumentado significativamente durante la pandemia. Si bien, los suicidios infantiles y en adolescentes no han registrado tasas de aumento, no es lo mismo para quienes practican lesiones en su cuerpo guiándose de tutoriales y desafíos que aún circulan en las plataformas. Una sobrecarga de contenidos multimediales? si! Pero culpabilizar exclusivamente a las redes sociales sería demonizar un instrumento, dejando de lado el componente humano, las relaciones interpersonales y sobretodo la comunicación intrafamiliar.

El caso de la pequeña niña ha conducido el bloqueo o suspensión de TikTok en Italia hasta el 15 de febrero. Lo ha hecho el Garante de la Privacy, entidad del Ministerio de las Finanzas que gestiona la normatividad en materia de protección de datos personales. Según declaraciones de la dirección de dicha entidad “El uso de los datos por parte de usuarios menores de 13 años no puede ser verificada por parte de TikTok, lo cual significa que por carecer de estos mecanismos, necesarios para operar nuevamente en Italia, la empresa no pueda reiniciar”. A partir de febrero se implementarán nuevas investigaciones al respecto, pero la pregunta por hacernos es simple, ¿Habría que demonizar a TikTok y culparla de todo?.

Ya Sigfrid Baugman, el gran teórico de la comunicación señalaba que “el hecho de que existan redes no implica que haya un sentido de comunidad ya que éstas no refuerzan al l individuo dándole seguridad y acercamiento sino que los convierte en personas más débiles aumentando un sentimiento de soledad e inseguridad que conlleva con el proceder a la infelicidad”. Una utilización que podría derivar, en ausencia de una correcta administración y equilibrio del tiempo de exposición, normatividad y vigilancia de los padres, en el causar adicción o dependencia necesarias para reforzar una necesidad de pertenencia, desarrollando un narcisismo para el cual los menores no se encuentran preparados.

De hecho, el padre de la menor declaró que accedía a las redes sin ningún tipo de control, “no era necesario, ya que era obediente y le dimos siempre toda la confianza en el manejo de éstas”. NO!!! conceder instrumentos sin límites es lanzar en el abismo a menores que por edad anagráfica y características del desarrollo neuroevolutivo no requieren estar expuestos continuamente a esta tipología de estímulos . La palabra clave en todo es la “presencia”. Según estudios en Italia, los menores que poseen smartphone entre los 10 y 12 años, simbolizan en éste una fuente de libertad, pero sobretodo una relación afectiva que comporta pensar al instrumento como si fuese un amigo que los dignifica y les conecta hacia un red de contactos no presenciales de los que tienen gran necesidad. En cambio, los infantes necesitan compañía, ser escuchados y sobretodo establecer relaciones sólidas dentro casa. De ahí se parte! Las redes sociales no son el lobo feroz pero tampoco son bosques donde los menores pueden pasear sin acompañantes.