Una adolescente sueca, 16 años, ha logrado captar la atención del mundo del poder y el dinero con su sonrisa Monalisa, sus trenzas y un mensaje contundente: es la última oportunidad que tiene la humanidad para evitar el desastre total con el cambio climático que ya tiene fecha para el comienzo del final: 2030.

Ese es el año cuando se calcula que la temperatura mundial habrá aumentado fatídicos dos grados centígrados, por lo que el mar subirá de altura por el desordenado derretimiento de los hielos marinos en el ártico y la Antártida tragando voraz islas y litorales –en Colombia será el Caribe el que sufrirá mayor impacto: miren el kilómetro 19 de la carretera Barranquilla/Ciénaga y vendrá la gran tercera guerra que será por el agua dulce y para detener las migraciones ambientales que ya abandonan países por sequía o inundaciones, la gran paradoja creada por el humano, la especie asesina que ha terminado con el 60 por ciento de la fauna del mundo apenas unos pasos más atrás que nosotros en el proceso de evolución.

Greta sufrió su primera depresión severa a los ocho años y está diagnosticada con Aspergen (igual que Messi), una condición mental dentro del amplio espectro del autismo que la hace obsesiva, monotemática y tímida pero que ha vencido la principal dificultad de ese síndrome: la comunicación y el relacionarse con otras personas. Y debemos bendecir esa obsesión que la hace imparable y capaz de enfrentarse al Congreso de los Estados Unidos, su más reciente intervención ante los poderosos para decirles que tienen que hacer algo ahora para paliar los destructivos efectos del cambio climático que ya sufrimos en todos los rincones del mundo.

Su decisión está siendo capitalizada y tal vez patrocinada por empresas noruegas que trabajan por la ecologización de las economías occidentales, según el New York Times, proveedoras de energías renovables y amigables con la naturaleza, el bienestar humano y el cuidado de las reservas de agua, como el gigantesco acuífero que guarda la Amazonia si Brasil logra salir del presidente Bolsonaro que considera esa selva una fuente de riqueza para madereros y ganaderos los dos terrores de los cientos de etnias que allí habitan y han sido los guardianes de la vida (Vean Frontera Verde en Netflix). ¿Y qué? ¿Acaso el capitalismo salvaje no puede tener un lado decente donde enriquecerse provenga de garantizar un final amable para el antropoceno? El sol se muere, la tierra no lo sobrevivirá, pero es mejor heredar a las nuevas generaciones mientras les dure un planeta con mucho verde, agua dulce y aire limpio: tiene mucha razón Greta Thunberg.

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