Resulta absurda la feroz campaña desatada en las redes sociales para aterrorizar a los incautos con el paro nacional del próximo jueves 21, personas que tragan entero y creen todo lo que aparece en estos medios virtuales de comunicación, que por desgracias están haciendo el efecto contrario: abstraen, separan y convierten al usuario, que ya es un adicto, en un pelele manipulable.

¿En qué año no ha habido una protesta general frente al gobierno de turno, porque en Colombia existe una brecha, ya insondable, entre quienes son ricos y detentan el poder político y económico y el resto de la ciudadanía, estratificada de manera infame? No recuerdo uno solo en mis larga experiencia de 50 años de periodismo. En algunos hubo disturbios serios y enfrentamientos con las fuerzas de policía, en otros subió de tono la agresividad y se volvió violencia, de ambas partes, porque “voces autorizadas” se encargaron de azuzar y exigir mayor control, supresión del derecho a protestar, ungidas en los principios de familia, patria y propiedad, ese triángulo perverso que ha permitido que una minoría siempre diga la última palabra. Pero hemos visto paros nacionales con grandes movilizaciones que han transcurrido en calma, con escaramuzas y tropezones indeseables pero ninguno con el ánimo manifiesto de derrocar al presidente o acabar las instituciones.

Protestar es un derecho de quienes comprueban que su subsistencia se deteriora y que el bienestar soñado se aleja a velocidad supersónica, toda vez que los salarios no viajan en el mismo tren bala que las alzas en busca de productividad; la calidad de la educación en grandes regiones del país en mínima; la posibilidad de conseguir un trabajo digno para los jóvenes profesionales es cada día más escasa; campesinos e indígenas están sumidos en la miseria.

Frente a ese derecho se han erigido en detractores de oficio del paro muchos funcionarios, políticos, empresarios, periodistas y hasta sacerdotes, que quieren hacerle creer a la masa ignara que este próximo jueves el país estará en llamas como Chile o Bolivia. ¿Por qué ese augurio negro y la necesidad de llenar de pánico a miles de personas que están acumulando comida y agua para el Armagedón que dicen viviremos a partir del jueves 21?

Se puede estar de acuerdo o no con el paro nacional y las movilizaciones que programan los sectores de la sociedad más afectados por la desigualdad existente en toda la extensión de este país, pero de ahí a crear mensajes de voz o videos aterrorizantes como si fueran expresión del pensamiento de los líderes que lo convocan hay una distancia tan grande como la que existe entre un diez por ciento de colombianos que concentra el poder político y económico y el resto de sus conciudadanos. Eso sí que da miedo.

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