Cuando en Barranquilla se prende esta noche la temporada festiva más larga y exhaustiva de Colombia que es una sola rumba en todos sus esquinas y donde se olvidan las disonancias sexuales, políticas y religiosas para permitir únicamente el goce en el cuerpo a cuerpo del baile, reflexiono sobre el derecho a ser y pensar diferente sin que eso se transforme en rechazo, proscripción y señalamiento. En verdad creo que más que la diferencia del otro es el prejuicio ajeno el que lo hace distinto, lo que lo encajona como perjudicial para el núcleo en el que pretende existir, llámese familia, empresa, barrio, ciudad o pais.
Aquello que no se comprende, que no se tolera, que se rechaza, es un espejo en el que de alguna forma el agresor o intolerante ve su auténtico ser, distante del ego que lo maneja y ha inflado para proteger su íntima pulsación o pensamiento, algo que le causa tanto pavor de sentir que prefiere destrozar a quien abiertamente lo acepta y expresa. Me refiero fundamentalmente al patriarcado que permite y estimula que el macho domine y hasta asesine a la mujer y a todo aquel que manifieste deseo por una persona de su mismo sexo. Si, la homosexualidad es satanizada con el mismo fervor con que se le llama puta a la mujer que teniendo marido se escapa con un amante.
¿Por qué en nuestra sociedad admitimos esa actitud machista de burlarse del gay y llamar machorra a la lesbiana y, al mismo tiempo, justificamos con el silencio el feminicidio? Recientemente escribí sobre la vileza de un vecindario de barrio ante el cadaver de una joven mujer asesinada --no fue la primera vez ni será la última que toque ese doloroso tema-- y en una de las cartas que recibí me decían que nosotras perdimos con el feminismo nuestro ser femenino y que al querer igualarnos con los hombres habíamos perdido el respeto de ellos. ¿Por qué ser diferentes del modelo patriarcal nos hace blanco de críticas y hasta del repudio?
Ser diferente de lo que la mayoría acepta por bueno es un derecho de hombres y mujeres en toda sociedad civilizada que no esté tiranizada por creencias personales convertidas en reglas absolutas; es de ese contrapunteo de donde siempre han brotado las mejores creaciones en todos los campos de la humanidad y si queremos crecer como personas y desarrollar un conglomerado socioeconómico decente donde quepamos todos en igualdad de condiciones y posibilidades tenemos que comenzar por aceptarnos unos a otros y admitir que cada quien tiene su cadacualunadas, como dijo Ortega y Gasset y no por eso pierde valor intrínseco sino que, por el contrario, la diferencia es enriquecedora y si no se comparte se observa y se respeta porque daño no nos hace.
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