Recuerdo con delicia los tiempos en que la ciudad era cruzada por buses escolares llenos de estudiantes que reconocíamos los de cada colegio y esperábamos el cruce con determinados que transportaban a nuestros deliciosos enamorados o simplemente al combo de la cuadra. Era una Barranquilla sin trancones absurdos, sin esas colas que hoy cubren grandes superficies alrededor de los colegios e instituciones académicas. Todos íbamos y veníamos de estudiar en el bus que, entre otras cosas, igualaba democráticamente a los estudiantes.

No sé de quién fue la malhadada decisión de acabar con ese transporte comunitario para que cada padre de familia procediera a acercar a su hijo a la escuela, y, para más INRI, gran cantidad de centros educativos trasladaron sus sede al “corredor académico” que arranca de la primera circunvalar y termina en la entrada de Salgar por la antigua carretera. Con excepción del Colegio Alemán que construyó un paso subterráneo, todos los demás decidieron que la autopista al mar y la ampliación de la cra 53 que revienta en Villa Campestre y luego retoma la mencionada antigua vía a la playa son zona de espera privada para descargar a los jóvenes.

Ni siquiera el paso subterráneo del Alemán evita la tremenda fila de vehículo sobre la autopista en sentido hacia Cartagena, a veces complementada por otra cola que espera cruzar la vía para alcanzar los colegios que están en el sentido hacia Barranquilla. ¿Qué idea de la civilidad y la movilidad tuvieron los diseñadores de esos centros educativos, a sabiendas de que hace años --y no sé aún por cuál razón, acabaron con el bus escolar?

Como consecuencia de tan gruesa estupidez, falta de gobierno y abuso, transitar por esas carreteras es un calvario para quienes requerimos movernos hacia Barranquilla o Cartagena durante las horas pico, o sea desde las seis de la mañana hasta las nueve. Con el agravante de que, si bien existen los pasos peatonales elevados, nuestros educadísimos pichones de profesionales no los usan ni para remedio: prefieren lanzarse como bestias para atravesar cual torero en faena de cortar orejas. No ha habido una masacre de estos idiotas desaprensivos porque los conductores han tenido que convertirse en capoteros de emergencia, esa cuadrilla que cuando el toro embiste al cuerpo y olvida la manta roja saltan al ruedo y comienzan a darle trapazos para distraerlo.

Entonces los que no descargamos estudiantes usábamos la vieja carretera y salvo la rotonda de la Universidad del Atlántico y la embestida de los buses de La Playa era un viaje bastante fluido, pero gracias al abusivo peaje de 14.000 pesos (el más alto del país) en Los Papiros, ahora es una cola interminable de lujosos vehículos cuatro puertas de los que van arrasando en contravía como si los demás no necesitáramos el tiempo o porque viven en emergencia estomacal permanente. Por favor, autoridades, hagan algo.

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