¿En qué piensan una madre o un padre y su familia que filman y suben el video a redes cuando su hija de tres añitos restriega sus nalgas contra la pretina de un niño de cuatro o cinco, al son del infeliz ritmo que asola a la sociedad? Desde luego hablo del reguetón y la champeta, bailes de adultos y de espacios cerrados que han popularizado las emisoras de mayor audiencia cuyos locutores alcanzan a usar lo soez como estímulo al oyente y los vídeos de grandes cantantes que otrora componían letras hermosas y ahora, persiguiendo el disco de platino, han caído tan bajo como para juntarse con los creadores e intérpretes de esa no música cuya virtud es el pegajoso bit de fondo.

Ese bon, bon, bon permanente imita el sonido del corazón de la madre que escucha el no nato mientras disfruta del mayor estado placentero que conoce todo mamífero: flotar en el líquido amniótico en la barriga de mamá. Y esa es para mí la razón clave por la que se han convertido en lo más escuchado y bailado desde en las fiestas infantiles, pasando por bares y cantinas, discotecas y casetas. Es un baile completamente genital, un restriegue obsceno y excitante que produce erección masculina y humedad femenina a cualquier edad, porque el instinto sexual como el de supevivencia nace listo para su uso y solo la cultura y los valores logran que como mamíferos pensantes aprendamos a disfrutarlo cuando llegamos a la edad adulta, con madurez y mutuo consentimiento.

A esa contundente realidad (los bebés se auto complacen en la cuna frotando sus piernitas) hay que añadirle la inmundicia de letras donde las mujeres somos una vagina para el placer del macho y si no lo deseamos con todo y frotis anal el “artista” canta “te tiro al suelo y te lo meto”, “ven pa’ darte lo tuyo mami que estoy caliente”, y podría ocupar todo el espacio con frases de igual o peor tenor, siempre genitales. Tristemente, el bit hace que las chicas canten como imbéciles esas ofensivas canciones y no es de extrañar que un muchacho descontrolado, con su pepa adentro, termine forzando a su pareja a tener relaciones, lo que se llama, violación. Y queda sepultada en el silencio, la culpa y el temor al qué dirán.

Entonces no es de extrañar que casi a diario sepamos de una adolescente, una joven o una mujer madura que es violada, golpeada y asesinada, casi siempre a la salida de una tienda/bar, disco o fiesta de esas peligrosas que se organizan por redes y hasta última hora es que se sabe dónde será y solo suena, reguetón y champeta. Y para más INRI de hacia dónde va este país de toda clase de violencias, el presidente Duque consulta sobre la cultura a Maluma, cuyas canciones son bastante cuestionables. Eso leí en redes, vi la foto de los dos muy amigables. Estamos perdidos.

losalcas@hotmail.com