Es aterrador darle una mirada al planeta y comprobar que en todos los continentes el mamífero de avanzada, el Homo Sapiens, es la rama de la especie con mayor capacidad de hacer daño extensivo y profundo a sus congéneres y a cuanto bicho existe en los reinos de la naturaleza, lo que me lleva a preguntar por qué nos consideramos el mejor producto de la perfecta evolución.

La característica fundamental, el desarrollo del pensamiento lógico con posibilidades de desentrañar los misterios de nuestra propia especie, sin embargo no ha sido suficiente para develar los misterios de nuestra conducta, la sinrazón de nuestras estupideces y crueldades, o sea, el ir en contravía directa de lo que bien sabemos son virtudes humanitarias. El caso de los inmigrantes en general es espantoso en el mundo, pero voy a referirme solo a los venezolanos, o mejor dicho a los colombo-venezolanos que atiborran las estaciones de transporte, parques, puentes, solares y hasta calles obligados por la imposibilidad de poder sobrevivir decentemente, en su regreso obligado a una patria que los había expulsado con esas mismas características: hambre, analfabetismo, ausencia de vivienda, desescolarización.

Los países vecinos a Venezuela, como Brasil y Colombia, han militarizado las fronteras para darle organización a una avalancha humana imposible de controlar y -menos aún- de satisfacer, porque en ambos países hay una gran brecha entre los que lo tienen todo y los que no tienen nada, y no pueden hacer como hizo Venezuela con colombianos e inmigrantes del mundo porque era el país multimillonario asentado en una inmensa bolsa de petróleo. Alcanzaba el erario para ayudar y organizar a cada familia que al consolidarse, comenzó a enviar bolívares a sus familiares, en especial saben de esto los habitantes de los pueblos de nuestro departamento, y quizá el mayor proveedor de inmigrantes colombianos.

Por eso es indignante que haya tanta gente de todos los niveles quejándose de “los venecos”, como les llaman, y que les achaquen la ola de inseguridad que vive el país, donde el problema no es la extrema izquierda ni la extrema derecha sino la extrema corrupción que nos ha traído pobreza extrema e ignorancia extrema, como para que miles no fueran a votar una consulta popular en beneficio de todos porque se creyeron falsas noticias de que si bajaban los sueldos de los políticos y altos funcionarios le rebajarían también el sueldo a los de oficios varios que ganan el mínimo. Con argumentos de esa clase provenientes de los grupos políticos de los partidos de derecha, no se alcanzó el tope necesario para validar nuestro sueño de reconstruir un país equitativo, laico y libre.

Nosotros tenemos la obligación, el deber, de recibir a los inmigrantes venezolanos y ayudarlos a ubicarse aquí o continuar su viaje en busca de un país que le permita sobrevivir dignamente al menos. No más insultos ni ‘venecos’, son colombianos y venezolanos.

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